Primavera y explosión hormonal en la Ciutadella

Un zoo de dos rombos

Tras el exitoso coito de los dragones de Komodo, los osos hormigueros prometen no defraudar

Oso hormiguero 3 La pareja del Zoo de Barcelona no tiene nombre, pero será protagonista en breve de un apareamiento que nada tendrá que envidiar al de los dragones de Komodo.

Oso hormiguero 3 La pareja del Zoo de Barcelona no tiene nombre, pero será protagonista en breve de un apareamiento que nada tendrá que envidiar al de los dragones de Komodo.

CARLES COLS
BARCELONA

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La historia de amor prehistórico entre Guntur y Asmara, los dragones de Komodo del Zoo de Barcelona, hace apenas una semana que dio comienzo y los responsables del parque preparan ya otra luna de miel que no debe ser tomada a broma, más que nada porque la protagonista será la pareja de osos hormigueros que el zoológico tiene en alta estima y que, según parece, están a punto para su primera cita. Sin duda, sexo raro. Es primavera, y no solo para los dragones y para los osos hormigueros. El recinto de la Ciutadella es una bomba hormonal. La visita en estas fechas tiene siempre un plus de emoción, y ello a pesar de la labor de un equipo de nombre tan peliculero como desconocido, el Grupo de Anticoncepción del Zoo de Barcelona, una suerte de policía antivicio cuya misión consiste en evitar una indeseada explosión demográfica en el parque. Vamos, que el sexo en el zoo está siempre perfectamente planificado, y el que está marcado en el calendario merece tanta o más atención que el de Guntur y Asmara.

Los osos hormigueros son animales que pueden trasladar la falsa impresión de que son inofensivos. No tienen dientes, tienen una lengua de 60 centímetros, usan la cola como manta para los noches de frío y, según Conrad Ensenyat, veterinario y conservador de la colección de mamíferos del zoo, como animal es un aunténtico zoquete. En su minúsculo cráneo cabe poca inteligencia. Es un aspirador de trote graciosos pero, cuidado, también una bestia temible. Una comparación, llegados a este punto, vale la pena.

En junio del 2001, el entonces marido de Sharon Stone, Phil Bronstein, se empeño en acariciar un dragón de Komodo del Zoo de Los Ángeles. Casi se le zampó un pie, con la rubia de testigo. Se atribuyó el incidente al instinto básico del dragón, pues confundió las zapatillas deportivas de Bronstein con una rata. Pues bien, si los dragones de Komodo se conforman con un pie entre sus trofeos zoológicos, los osos hormigueros se apuntaron una cuidadora entera en el Zoo de Buenos Aires en abril del 2007, porque en sus patas delanteras este animal insectívoro esconde una afilada garra de unos seis centímetros con la que en estado salvaje mata pumas y perros con notable facilidad. Esa insospechada agresividad es la que obliga al Zoo de Barcelona a preparar el coito entre sus dos ejemplares de oso hormiguero con extrema prudencia.

La pareja vive de momento separada. El propósito es evitar un mal común en los zoos y, por qué no decirlo, también en algunos hogares. Es la inhibición familiar. La vida en pareja es un jarro de agua fría sobre la llama del ardor sexual, y al parecer los osos hormigueros no son ajenos a esa alteración de la conducta. Así pues, cuando Ensenyat decida, igual que sucedió con los dragones de Komodo, la puerta que separa sus respectivos pisitos caerá. Habrá que cruzar los dedos para que los preliminares no sean muy violentos. «Lo suelen ser», advierte el responsable de la colección de mamíferos.

Si la cópula, con todo lo antes dicho, es un éxito, al cabo de seis meses los visitantes del zoo podrán disfrutar el tierno espectáculo de cómo la cría crece montada sobre el lomo de la madre, casi mimetizada con sus colores blanco, gris y negro. Una auténtica gozada.

En espera de esas fechas, la del apareamiento y la del parto, el parque tiene mucho más que ofrecer, con permiso de ese temible (desde la perspectiva animal) Grupo de Anticoncepción del Zoo, que con implantes subcutáneos evita que las hembras de primates y felinos, sobre todo, conviertan el zoológico en un Salón Kitty reservado a mayores con reparos.

A saber: 10 flamencos cubanos incuban estos días hermosotes huevos. Tiene su mérito, pues es mucho lo que los zoológicos han tenido que aprender de estas aves para lograr la cría en cautividad, como por ejemplo introducir colorante en su dieta para que mantengan ese color rosado que les proporciona la ingesta de crustáceos cuando viven en libertad. Miquel Sierra, biólogo responsable de la colección de aves, recuerda lo crucial que fue también en su día aumentar la profundidad del lago artificial en el que pasan el día, pues los machos de la especie tienen que realizar circenses números de equilibrio para copular con la hembra sobre sus largas patas. Con poca agua los muy pobres se caían de bruces.

También la pareja de buitres negros está de enhorabuena. Por valor podría decirse que calienta en su nido uno de los 42 huevos Fabergé que sobrevivieron a la revolución rusa. Es su primera puesta en un zoológico. Todo un hito. Los tucanes, por su parte, repiten este año.

Lo dicho. La Ciutadella es una bomba de hormonas. Los dragones de Komodo están estos días acaramelados. Los osos hormigueros darán de qué hablar y, con más pudor que exhibicionismo, se espera que un día de estos la hembra de puercoespín relaje sus púas y permita al macho acercarse sin decir ¡ay!