Y después del AVE... ¿qué?

Miquel, vecino de la calle de Antoni de Capmany, baja a pasear a su perro. Es martes y son algo más de las cinco de la tarde. También es diciembre, así que es casi de noche. Hace frío y el hombre no tiene ganas de pararse en su poco amistosa calle a comentar el asunto de lasobras del AVE, algo que, enSants, se vive ya casi como un mal endémico. ¿Para qué? Se marcha con su mascota. Anda unos metros, pocos, en paralelo al casi faraónico cajón que cubre la vía del metro y, más abajo, la del tren de alta velocidad, cuya llegada a la ciudad hace una década puso patas arriba el barrio, y cuya inmensa cicatriz lo divide aún cual barricada de vías. Dos minutos, se lo repiensa. Vuelve. Se acerca tímido: "Este problema no es de ahora. Llevamos así ya muchos años", empieza.

"A mí solo me gustaría decirle al alcalde que antes de iniciar nuevas obras acabe las empezadas. No dudo que las obras que se hacen en la Barceloneta o en Horta no sean necesarias, pero tengo claro que si estas no se acaban es por falta de presupuesto". El sentimiento de Miquel está muy extendido entre los vecinos de ambos lados del cajón, sobre todo después de que el anteriormente consensuado proyecto de urbanización del mismo ¿que preveía ascensores y escaleras que unieran los dos lados de las vías¿ fuera dinamitado con la llegada al gobierno municipal de Xavier Trias y, más concretamente, del aterrizaje de Antoni Vives en el área de Hábitat Urbano. Este propuso convertir el cajón en una suerte de High Line a la barcelonesa ¿es decir, un paseo elevado sobre el cajón¿, lo que sentó como un tiro en el vecindario, que, después de haberse visto obligado a renunciar al soterramiento de las vías por su elevado coste, ya se había hecho a la idea de un gran parque que cosiera con césped y árboles los dos lados de la vía. Por el momento, los trabajos no avanzan ni en una dirección ni en la otra.

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