EL COMPLEMENTO DE LA MUESTRA
Una violencia bíblica y pictórica
Grandes pintores han bebido del Antiguo Testamento para retratar el arte de la degollina
De la exposición que el próximo miércoles inaugurará el Museu Arqueològic se sale no sin antes cruzar un torrente de imágenes colgadas en unas lonas que recuerdan cuán común ha sido a lo largo de la historia la decapitación. Basta con visitar los mejores museos de pintura del mundo para avalar esa afirmación. Pictóricamente es un acto violento y de una fuerza cautivadora. El no va más del pincel, desnudos al margen. Que en la Biblia aparezcan mencionadas varias degollinas ha sido una gran suerte para los amantes de las pinacotecas. Una de las más recurrentes puede que sea la decapitación de Juan el Bautista por orden de Salomé. La versión de Caravaggio es colosal y se puede visitar en el Palacio Real de Madrid, y eso que está exenta del halo erótico que le añadió siglos después Oscar Wilde, un texto que alcanza el clímax cuando la hija de Herodes besa los labios de la cabeza ya cortada del santo. Eso es un trofeo, sí señor, del que, por cierto, hay que destacar una excentricidad de esas que el cristianismo acepta con sorprendente naturalidad. De Juan Bautista se conservan, como reliquias, no una, sino dos cabezas, una en Francia y otra en Italia.
EXORCISMO PICTÓRICO
No obstante, de las referencias pictóricas que ha elegido el Museu Arqueològic para dar coherencia a la exposición merece la pena, sobre todo, reparar en la reproducción de otro cuadro, 'Judith degollando a Holofernes'. La escena relata en apariencia una de aquellas heroicidades del Antiguo Testamento. El general Holofernes sitia brutalmente la ciudad de Betulia. La rendición está al caer, así que Judith se presenta en el campamento enemigo, cautiva a Holofernes, le emborracha durante la cena y, después, culmina su plan. Le corta la cabeza y la lleva como un trofeo de regreso a la ciudad, lo cual enardece a los judíos, que plantan cara al enemigo en la batalla y vencen. Pero la versión más inquietante de ese cuadro, del que se han realizado diversas versiones, es la de Artemisa Gentileschi, una de las más extraordinarias pintoras de la historia del arte, cuya mirada femenina sobre las conflictivas relaciones de las mujeres con los hombres ya la expresó cuando solo tenía 17 años en una versión de 'Susana y los viejos', todo un clásico del acoso masculino, también extraído de la Biblia. En 'Judith degollando a Holofernes' fue más allá. Gentileschi fue violada por su preceptor. El juicio fue un caso muy sonado. Se conservan en documentos de la época las declaraciones de la víctima, que fue sometida incluso a tormento para certificar que no formulaba una acusación fraudulenta. El testimonio en primera persona de cómo se resistió al acto de estupro de su agresor es aún hoy terrible. «Le arañé la cara y le tiré de los pelos, y antes de que pusiera dentro de mi el miembro, se lo agarré y le arranqué un trozo de carne».
Eso fue en el año 1612. Poco después, confirmada la condena contra el acusado, de los pinceles de la pintora salió una versión de la muerte de Holofernes en la que es imposible no intuir en la mirada paciente de Judith el deseo subconsciente de venganza de la propia Artemisa Gentileschi. Aquel cuadro es una suerte de exorcismo pictórico que es posible visitar en la Galleria degli Uffizi de Florencia y que, ya puestos, aporta su pequeño grano de arena a la exposición de cabezas cortadas del Museu Arqueològic de Catalunya.
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