Una cabeza de alce en la pared

Gustavo Johansson, ante la cabeza de alce, los dos trillos y el viejo escudo de la tienda que presiden Suministros Ilaga.

Gustavo Johansson, ante la cabeza de alce, los dos trillos y el viejo escudo de la tienda que presiden Suministros Ilaga.

RAMÓN VENDRELL / BARCELONA

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- Hola, ¿tienen alguna cabeza de alce?

-Caramba. Necesito un tiempo para contestarle.

Pasa poco tiempo.

-Hola, llamo por las cabezas de alce.

-¿Y?

-No tenemos ninguna. Pero tenemos dos cráneos de alce con sus cornamentas. Uno está colgado en las escaleras nobles del Castell dels Tres Dragons, nuestra sede científica. No sabemos nada de él. Y el otro está almacenado. Fue una donación del gran cazador Joan Botey hecha en 1988. Trajo el trofeo de Alaska.

-Muchas gracias.

De esta conversación telefónica con el Museu de Ciències Naturals de Barcelona se desprende que la cabeza de alce disecada que hay en una pared de Suministros Ilaga es probablemente la única digamos expuesta al público en la ciudad. Seguro que en salones privados forrados de madera y con chimenea hay otras.

Suministros Ilaga (siglas de Industrias Lácteas, Agrícolas, Ganaderas y Avícolas) es una tienda y distribuidora de máquinas y herramientas de jardinería muy serias. Dan ganas de pedir el finiquito, comprar una pick-up, llenar allí la trasera de cosas que cortan y lanzarse a una vida forestal al estilo Ketchum.

La cabeza de alce de marras la cobró en Suecia Hans Johansson, fundador de Suministros Ilaga en 1930 y abuelo de Gustavo, Gregorio y Mar, los tres de los seis hermanos Johansson que llevan el negocio. «Creo que la cabeza de alce está en la tienda más o menos desde que abrió. Mi abuelo era cazador», dice Gustavo.

Hans era hijo de Joseph, sueco, y Laura, noruega, que llegaron a Barcelona hacia 1910. Un médico aconsejó a Laura un clima más cálido que el escandinavo por motivos de salud. El censo de 1920 es el primero disponible en la web del Instituto Nacional de Estadística que desglosa los extranjeros por nacionalidades, e indica que en la provincia de Barcelona vivían 57 suecos y 40 noruegos. Una vez en su nueva ciudad Joseph fue nombrado cónsul de Suecia.

SENTIDO DEL ESPECTÁCULO

Pasamos a la segunda generación de Johansson barceloneses. El ya presentado Hans abrió Suministros Ilaga hace 85 años en el 12 del paseo de Sant Joan. Vendía maquinaria agropecuaria sueca. Incubadoras, centrales de ordeño, tractores. Estos de la marca Volvo, lo cual le llevó a ser también el primer representante en España de los automóviles de la firma. Hombre con sentido del espectáculo, no solo decoró el comercio con una cabeza de alce disecada sino que también puso en el escaparate una vaca naturalizada que aún se recuerda en el barrio.

Suecia otorgó a Hans la Orden de Vasa. «El abuelo era muy sueco pero adoraba España», dice Gustavo.

Cuyo padre se llamaba como él, tenía unos ojos azules «espectaculares», hizo el servicio militar en Suecia y siguió con el negocio familiar.

Gustavo, cuarta generación de los Johansson de Barcelona, no habla sueco pero es sueco. «Gregorio y yo somos los únicos hermanos que mantenemos la nacionalidad -dice-. Solo por respeto a mi padre». Es un engorro. Líos administrativos y viajes a la embajada de Madrid para renovar el pasaporte. «Tienen que hacerte la foto allí con una cámara especial». Durante un año fue apátrida. Una ley sueca establece que al cumplir la mayoría de edad tienes que confirmar que quieres ser sueco. No tenía ni idea y un día recibió una carta en la que le comunicaban que ya no era sueco. El ilustre pasado familiar contribuyó a resolver el absurdo. «El único vínculo que tengo con Suecia es el interés por la mitología nórdica. Incluso la he utilizado en alguna narración», dice Gustavo, que escribe y cuelga sus textos en la plataforma editorial Bubok.

Oiga, yo venía por la cabeza de alce disecada. «No sé más de ella. Siempre ha estado ahí y cuando trasladamos el negocio a Alí Bei vino. A veces nos la piden para un evento y a veces entra un animalista a increparnos por tenerla», dice Gustavo.