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Sobre ruedas (solo en la Mercè)

La moda en auge de los 'food trucks' llena la Ciutadella de comida rápida y de calidad

La Carletta, uno de los 'food trucks' aparcados en la Ciutadella en el marco del Van Van Market.

La Carletta, uno de los 'food trucks' aparcados en la Ciutadella en el marco del Van Van Market.

NATÀLIA FARRÉ

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En EEUU llevan tiempo causando furor. En Europa son una tendencia al alza y en Barcelona empiezan a pisar fuerte. Son los food trucks, que es como en inglés se denomina a las camionetas de venta de comida. Restaurantes sobre ruedas con vocación ambulante que sirven ágapes de forma rápida y barata. Y, sobre todo, buena. Porque si la rapidez y los precios ajustados son una característica del alimento callejero de por sí, la calidad es una obligación en esta nueva moda gastronómica a pie de calle. Aquí debutaron de forma conjunta el año pasado en la Mercè -en el Van Van Market Gastronòmada- y arrasaron. Este año repiten y siguen amasando éxito. Su rincón de la Ciutadella es de los más animados del parque, también de los más gustosos: ahí están, y estarán hasta el jueves, el pastrami ahumado de Rooftop Smokehouse, las croquetas de fua y ceps de Reina Croqueta, los nachos con guacamole de La Cocina Palpita y las galletas bretonas sin gluten de Maria una Crep, por poner cuatro ejemplos.

Una moda, la de la restauración nómada, que en Barcelona tenía todos los ingredientes para triunfar: tradición culinaria, cultura de ocio en la calle y buen clima, pero que no acababa de llegar pese a ser un fenómeno en otras latitudes. No aterrizó hasta el 2014, cuando Xavier Boneta, Max Porta Ignasi Bisbe apostaron por crear el primer festival de food trucks de la ciudad, y de España. Festival que en un año ha sumado ya ocho encuentros. «Nos inspiran el espíritu y la atmósfera de las verbenas populares de los barrios de toda la vida, la idea de que la gente coma al fresco ocupando el espacio público. Es un acontecimiento de carácter lúdico con una dimensión gastronómica clarísima, y también cultural y festiva», afirman los impulsores del Van Van. Nombre que sale, cómo no, del inglés. Van significa furgoneta y es el final de caravan en el idioma de Shakespeare. Y caravanas y furgonetas tuneadas son lo que usan los emprendedores nacionales de la comida sobre ruedas. El cetro de vehículo preferido se lo disputan la Citroen HY y la Renault Estafette. Ambas vintage. Pero es que aquí, a diferencia de EEUU, donde la UPS es la reina, al food truck le va la estética retro.

Pero no solo de festivales vive la street food o comida callejera -otro de los nombres que recibe la tendencia- aunque quizá es más acertado decir que no solo de festivales vive la street food fuera de nuestras fronteras. Porque en Barcelona la normativa prohíbe lo que en Nueva York, por ejemplo, es casi una norma: aparcar el food truck en cualquier esquina de la ciudad y empezar a llenar los estómagos de los transeúntes con poco tiempo para comer, poco dinero para gastar y pocas ganas de maltratar el cuerpo con un menú poco recomendable. En estas latitudes la venta ambulante está prohibida y esto incluye la comida. De manera que soñar con ver un food truck al mediodía en la zona universitaria o caída la noche en el frente marítimo es, por ahora, eso, un sueño.

Binomio inseparable

La movilidad, una de las gracias del invento, podría haber sido un hándicap en la era predigital. ¿Dónde ir a buscarlos si constantemente cambian de punto de venta? Pero en el mundo actual, donde la realidad es más virtual que real por obra y gracia de las redes sociales, más que un hándicap, el cambio de escenario es un aliciente. Es decir, cualquier food truck que se precie tiene una cuenta de Twitter para informar de su localización. Y cualquier foodie amante de lo nómada la consulta antes de decidir qué delicatesen engulle. De manera que street food y Twitter forman un binomio inseparable.

El fenómeno no tiene pinta de amainar, ni mucho menos. Además  de multitud de seguidores, arrastra película y debate. Chef, de Jon Favreau, narra la redención de un reconocido cocinero en crisis por la vía de lanzarse a la calle con un restaurante sobre ruedasY el debate lo dirimen los académicos con el nombre: el anglicismo food truck versus el más hispano gastroneta. Mientras llega el reestreno del filme en el cine Texas y los lingüistas se ponen de acuerdo sobre qué término usar, nada mejor que un paseo por la Ciutadella. Hasta el fin de la Mercè el Van Van Market aparca sus apetitosos bocados frente al Parlament.