TEMPORADA ALTA

Radiografía del turista

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Dime de dónde vienes y te diré qué clase de turista eres. La cultura, el lenguaje, las tradiciones, los tabús, los miedos, los morbos. Cada país, cada región del planeta tiene sus tics, sus manías. Cuando el ciudadano se convierte en forastero, todo ese ADN va dentro de la maleta. Y una vez se pisa tierra firme, sale. A veces desbocado. Otras, más reposado. Maria es una de los 325 informadores desplegados por Barcelona este verano. Lleva en esto 11 de sus 44 años, es rusa, y un termómetro estupendo para conocer de qué pie cojean los seres humanos que nos visitan.

Empieza con un análisis general: "Antes había más viajes organizados, pero con los años, gracias a internet y a que la gente domina algo más el inglés, cada vez hay más personas que viajan por su cuenta". Eso implica más trabajo para personas como ella, faros andantes que orientan a cualquiera que requiera una información sobre transportes, tours, restaurantes, museos, espectáculos... A principios de siglo la gente "preguntaba por el Bus Turístico, poco más". "Ya no son tan cerrados y vienen más preparados, pero también tiene la culpa que la ciudad ha abierto muchos edificios interesantes al público, como el palacio Güell o la casa Amatller, que antes estaban cerrados". Ahora, resume, viene un turista "más profesional".

Pero hay matices. Muchos matices. Porque no es lo mismo un italiano dicharachero que un coreano metódico. Los americanos buscan flamenco, los franceses quieren arte, los árabes ir de compras y los latinos un poquito de todo. Capítulo a parte merecen los asiáticos, que vienen "con la guía subrayada, con mucha información de internet imprimida, con la lección aprendida". Son también los más inquietos por el tema de la seguridad. Maria opta por una amable diplomacia: no les dice dónde no deben ir, sino dónde sí estarán tranquilos. Lo que no esté en la lista, casi mejor saltárselo.

MUCHO RUSO EN RUSIA

Parece ser que los rusos han pegado un bajón importante este año. Ella calcula que han venido entre un 30% y un 40% menos que en temporadas anteriores. Tienen la culpa el conflicto con Ucrania y el precio del petróleo. "El crecimiento siempre había sido sostenido, y además era un tipo de visitante que gastaba mucho". Lo ha compensado el turista de oriente, sobre todo los coreanos y los japoneses, a los que se atribuye una pasión inconfesable por todo lo que tiene que ver con Gaudí. Maria pone la pelota en el suelo: "Sí, es cierto, les gusta, pero no vienen solo por eso".

Se le hace difícil a esta experimentada informadora realizar un ránking de simpatía internacional. Los primeros que cita son los italianos, "siempre de buen humor pero apártate si tienen un mal día". Luego se acuerda del resto de latinos, "también gente muy abierta". A los británicos les reserva lo que se les presupone, "elegancia, amabilidad y educación en el trato". De los alemanes destaca que son "más cerrados, quizás porque aquí encuentran a poca gente que hable su idioma". Por último, los visitantes de Corea del Sur, "más tímidos, reservados e inseguros". "Te dicen que sí a todo, aunque no te entiendan".

Por cierto, los 325 informadores hablan 26 idiomas: catalán, castellano, inglés, francés, italiano, alemán, polaco, rumano, portugués, sueco, finlandés, ruso, gallego, euskera, chino, serbio, croata, ucraniano, búlgaro, checo, georgiano, azeri, coreano, árabe, amazigh y noruego. Casi nada.

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