Mirar, escuchar y disfrutar

Ir a la Galeria Francesc Mestre siempre es ir a descubrir a un artista injustamente olvidado

Francesc Mestre, en un rincón de su galería junto a dibujos de Antoni Roca.

Francesc Mestre, en un rincón de su galería junto a dibujos de Antoni Roca. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Ver la obra del 'ninotaire'\u00a0","text":"Ver la obra del 'ninotaire'\u00a0Antoni Roca es ver que pasan los a\u00f1os pero no la mala praxis pol\u00edtica"}}

No por falta de ganas, sino de tiempo, la visita estaba pendiente. Incluso desde antes de que sus compañeros de profesión decidieran este año distinguirlo con el primer galardón honorífico a toda una carrera dedicada al galerismo. Aunque en el caso que nos ocupa, una diría que más que a comerciar con el arte, Francesc Mestre, el homenajeado, ha ocupado toda su vida en mimar al arte. O por lo menos a cuidar de aquellos creadores con los que la historiografía y el canon oficial han sido poco generosos. Injustamente, valga decirlo. Muchos descabalgados por la guerra civil, y los más rematados por el posterior y radical panorama catalán que invitaba a ser informalista o a no ser. Mestre les acoge en su agradable sala de la calle de Enric Granados. Y les hace justicia. Al igual que da valor al siempre menospreciado papel o a los no muy reconocidos 'ninotaires'. Por eso, la visita siempre vale la pena.

El incentivo para ponerse en marcha llegó de improviso. Una llamada. Pero no del galerista, sino la de un motivado, aunque no intimidante, Antoni Roca Gual, que actuó de resorte para acometer la tan pospuesta visita. Veamos. El padre del interlocutor fue artista: "Dibujante durante la República. Humorista. Ninotaire...", explica el orgulloso y entusiasta descendiente. "Apasionado por el dibujo y la caricatura, y también por la pintura que dejaba para su placer personal", prosigue. Una pena. Porque las acuarelas y 'gouaches' del artista que cuelgan de las paredes de la Galeria Francesc Mestre son una delicia. Y tan asequibles, que a una le tienta sumarse a la tan cacareada tendencia de la reactivación del consumo.

Ni Roca Maristany,  el 'ninotaire', ni Mestre defraudan. El primero tiene toda una obra que mostrar. El segundo irradia bonhomía y sapiencia. Invita a escuchar y a disfrutar. De manera que en su compañía es fácil deleitarse con las tiras cómicas que Roca publicó para el diario 'Las Noticias' antes de la guerra civil y que son de una actualidad pasmosa: Reivindicaciones soberanistas, corrupción a mansalva, capitales fugados y pactos políticos que no llegan. ¿Les suena? Y descubrir, también, que pese a que sea un nombre que poco dice al común de los mortales, Roca (1895-1977) fue un dibujante formidable. "Han venido coleccionistas de dibujos de Nonell, que me han dicho: '¿Cómo es posible que no conociera a este 'ninotaire' tan bueno?' Y han comprado", explica Mestre. Quid pro quo. Pues Roca fue de los que reivindicó la figura del pintor de los cretinos tras su muerte.

El ilustrador dibujó para la prensa, general y satírica, y para la deportiva, pero no solo eso, también expuso antes de ser depurado al fin de la contienda, en la Dalmau y en la Gaspar. Algunas veces bajo el paraguas del movimiento Nou Ambient; otras como miembro, además de impulsor, del grupo NIPU (Ninotaires Independents Preus Únics). Nombre que parodiaba las ofertas de los grandes almacenes y que incluía a creadores como Junceda, Opisso, Xirinius, Quelus, Llavarias... En 1935, en  una de sus exposiciones, las colas daban la vuelta a la manzana. Lo cuenta Mestre, al tiempo que recuerda otra muestra con aglomeraciones y con humoristas (Cesc, Chumy Chúmez y Perich), la que él organizo en 1971 en la galería Adrià, sala que regentó durante siete años. La próxima que prepara también va de ilustración, y de figuras olvidadas: Antoni Calonge. Y es que "el tema gusta", afirma.

DURERO VERSUS WARHOL

El humorismo gráfico es una de las líneas de la galería que Mestre, con pasado en la René Metras y en la Adrià, abrió en el 2001, bajo tres premisas: "Poner en valor a los artistas del pasado a partir del dibujo, porque siempre se ha menospreciado, y el grabado porque es un mundo apasionante". Y poco comprendido. Vean si no. Durero fue el primero en editar un libro por sí mismo: 'Apocalipsis', con unas xilografías impresionantes. Cada una de ellas vale 10.000 euros; una minucia comparados con los 150.000 que se pagan por una 'Marilyn' serigrafiada por Warhol. A Mestre le cuesta entenderlo. Como le cuesta entender que hasta hace poco la obra sobre papel fuera considerada el 'prêt-à-porter' del arte. Él lo recopila y defiende: "El dibujo no es solo donde el artista muestra su técnica sino que además es un soporte asequible". Palabra de galerista.