Maria Rubert de Ventós: "La concentración del lujo en el paseo de Gràcia es provinciana"

Entrevista con la urbanista coautora de 'La ciudad no es una hoja en blanco' (2000) y 'Metro, Galaxias metropolitanas' (2002), y autora de 'Places Porxades a Catalunya' (2006)

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NÚRIA NAVARRO / BARCELONA

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Maria Rubert de Ventós vive y trabaja en ese trozo de la Diagonal que se ufana de aceras anchas. Está satisfecha con la reforma, pero eso no le empaña el zum de urbanista concienzuda. Con una ironía que le debe venir de familia, señala los puntos flacos de la ciudad y regala a los candidatos un esbozo de por dónde deberían ir los tiros en los próximos cuatro años y más allá, que en urbanismo las cocciones son lentas.

-¿Barcelona es una ciudad para vivir?

-¡Una de las mejores del mundo! Nueva York es vibrante y eficiente, pero es dura. Barcelona es más relamida, pero más confortable, interesante y variada.

-Una smart city, sostiene Trias.

-Ese concepto me hace sonreír. Es un logo, como Nespresso, para atraer la inversión de la Siemens y otras compañías, y el aplauso de las app, que es otro campo de negocio. Separemos el negocio y no la liemos. Lo importante es que tenga alma.

-¿La tiene?

-Sí. Pero es híbrida. Un alma ni estable ni monográfica. Tenemos un sentido formal de la vida y una implicación en la transformación de la ciudad poco común en otras partes.

-Hay quien opina que se ha vendido a los mercados.

-Si acaso, yo diría que está algo atónita. ¿No se le ha ocurrido a nadie cargarse la plaza de Espanya y conectar el Paral·lel con la carretera de Sants, que tiene más vitalidad que Gràcia? ¿Nadie ve que el paseo de la Zona Franca sería maravilloso si acabara conectándose al mar?

-Le hablaba del lujo en paseo de Gràcia, de la erupción de hoteles...

-¿Sabe qué le digo? Confío en que todas esas tiendas de lujo terminen marchitándose, porque esa concentración es aburrida y provinciana

-le interesa a Gucci, pero al turista rico le horripila-, y confío en que el futuro hotel del Deutsche Bank acabe convertido en una residencia de ancianos. En EEUU, para poner un hotel así en una manzana hay que consultar a los vecinos, porque cambia el tejido comercial y suben los precios.

-Consultas aparte, ¿qué tiene pendiente la ciudad?

-Barcelona tiene problemas de desigualdad, de vivienda, de relación con las periferias, de transporte público. En trasporte público se debería de poder llegar en media hora a todas partes. Y eso no ocurre. Cualquier candidato de cualquier partido lo debería de ver razonable. Pero, claro, los políticos no van en transporte público. ¿Quién viaja en bús? El 80% son mujeres. Y no se quejan.

-Siga tirando líneas maestras.

-Las estaciones de França y del Morrot son dos cadáveres, y una ciudad como Barcelona no puede funcionar con la sobrepresión de Sants. Hay que aprovechar las vías que tenemos. Y aspirar a que la Diagonal no acabe en ese Fòrum tan pendiente de volverse a pensar. No propongo rehacer todo el sistema arterial. A veces basta con un simple baipás, con empalmar las líneas 3 y 4 del metro.

-El transporte es su obsesión.

-Sí. Pero hay más. En Barcelona hay mucho comercio situado en las plantas bajas, y habría que destinar otras tantas a la producción. Eso haría una ciudad viva y plural, donde el carpintero y el encuadernador estarían entre dos tiendas. O producimos, o el monocultivo del turismo da de comer un tiempo y ya veremos.

-¿Algún candidato le hace tilín?

-¿En función del urbanismo? No. Por suerte o por desgracia, hay muy pocos momentos en los que alguien da un golpe de timón y cambia el rumbo. Lo hizo Oriol Bohigas, que llevó el panot del Eixample a Nou Barris. Trias solo ha seguido el impulso.

-Colau propone un urbanismo lento.

-No entiendo eso de urbanismo lento.

-Fernández Díaz, túneles y rondas cubiertas.

-Los túneles suelen hacer periferia.

-Collboni, rehabilitar viviendas.

-En vez de rehabilitar, mejor un parque público de alquiler asequible para que nadie se vea en la calle. Hay mucho espacio para construirlo.

-Es de mal conformar, ¿eh?

-La palabra del momento es subdividir. Hay que subdividir y transformar los grandes edificios públicos

-a menudo cajas que hay que llenar como sea- en espacios más domésticos, menos caros de mantener, más relevantes para los barrios. Y enviar los aires acondicionados a los Emiratos Árabes, porque hay que ir hacia las energías renovables. Es el tiempo de las pequeñas intervenciones.

-El responsable de Urbanismo deberá tener mente de microcirujano.

-El elegido deberá tener curiosidad y capacidad de saber a quién preguntar, porque suelen escuchar y encargar a los despachos que les hacen la pelota. Y entender que la realidad es muy cambiante. Poner la lupa pitando a la que detectan un problema de convivencia. A veces basta con cambiar una cosa de lugar, proteger otra, gestionar usos.

-¿Votará?

-Sí. A quien no traicione el espíritu igualitario de Ildefons Cerdà.

-¿No dirá las siglas?

-Le diré cómo distribuiría yo a los candidatos. Al diplomático Trias lo ocuparía en relaciones con el exterior fuera del Eixample. A Colau la pondría a coordinar de Besòs a Marina. A Bosch, a organizar un sistema microcultural vinculado a las escuelas. A Collboni le marcaría el reto de hacer que la ciudad fuera de nuevo productiva. Lecha podría diseñar la ciudad como espacio de ocio. Y el tema de los transportes y la nueva cultura del verde me lo quedaría yo.