a pie de calle

Las motos de nuestros padres

Una moto Royal Enfield roja ante el taller de Mitre, ayer.

Una moto Royal Enfield roja ante el taller de Mitre, ayer.

JOAN BARRIL

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Amenudo paso por General Mitre, esa cicatriz de la ciudad que va de la siempre cambiante plaza de Lesseps hasta los confines romanos de la Via Augusta. No hay muchos peatones en estas aceras excesivamente soleadas. El asfalto todavía mantiene la negrura azabache del pavimento novísimo y los semáforos, provistos de los puntos mágicos de los leds indican casi que el tal generalMitre debe ser un contemporáneo, cuando en realidad la avenida se llama así en honor deBartolomé Mitre, que fue presidente de la Argentina en la primera mitad del XIX y a quien le corresponde el mérito de haber nacionalizado los ferrocarriles hacia el norte. O sea, que lo de Repsol YPF tiene sus antecedentes.

Pero una de las tiendas más sugestivas de esa avenida es un taller de motocicletas. Se trata de la concesionaria de Royal Enfield, una motocicleta legendaria que se continúa fabricando en los talleres de Chennai, en la India, y que despertó la admiración de los turistas occidentales que fueron a la India en pos de la paz espiritual de algún gurú. Algunos encontraron la paz espiritual a horcajadas en esas motos monocilíndricas. Más de una de esas máquinas, cuyo modelo no ha cambiado desde el lejano 1957, eran compradas por losmotardseuropeos que adquirían por cuatro rupias esas monturas y se dejaban llevar por las curvas de la carretera transhimalaya.

Pronto los fabricantes indios de Chennai vieron cómo iban creciendo sus exportaciones. Adaptaron las motos a las exigencias proteccionistas de la Unión Europea y se dispusieron al colonialismo inverso. Los británicos se habían llevado las especias y las materias primas y ahora había llegado la hora de venderles vehículos manufacturados.

Da gusto entretenerse en la involuntaria exposición que forman las Royal Enfield, todas iguales y todas impecablemente tuneadas la una junto a la otra. Las cachas del depósito, las alforjas de piel, los muelles de los sillines, el extraño guardalluvias del faro delantero. Son las motos de nuestros padres, aquellas máquinas que tenían que ponerse en marcha a golpe de pedal y que ahora ofrecen al motero el botón protector del encendido electrónico.

Al frente del taller de motos estáToni, un hombre de profundas convicciones nacionales que ha aprendido a acariciar el metal como quien frota la lámpara de un genio de la velocidad humana. «Dicen que Barcelona es la capital de la moto, pero los indios están subiendo precios y habrá que hacer algo». Las motos vienen de Oriente y eso las convierte en un atractivo regalo. Pero en el sector de la automoción se fabrican más motos que las que caben en las carreteras. Y además duran y duran y se convierten en clásicos, desde los neumáticos hasta el porte de quien las lleva.

¡Cuánto viento aparcado en las aceras de Mitre! Como si se tratara del museo de la soledad andante, las Royal Enfield nos recuerdan que el equilibrio es la fuerza que mueve al mundo. Junto al taller unas mesas sirven para degustar una cerveza. Llegan y se van las motocicletas y parece que en vez de estar en Mitre hayamos acampado en la terraza de un aeródromo postal dondeSantos Dumond,Saint ExupéryoLawrence de Arabiase dedican a exagerar sus aventuras.