El pop de Klaxons, Mishima y Coriolà suma fuerzas en el BAM

Miles de personas acudieron al concierto de la Antigua Fábrica Estrella Damm

Carles Chacón, de Coriolà, durante su actuación de ayer con motivo de las fiestas de Barcelona.

Carles Chacón, de Coriolà, durante su actuación de ayer con motivo de las fiestas de Barcelona.

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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pop bailable, extrovertido y de extralargas melodías, servido por el grupo londinense Klaxons; canciones construidas para mover montañas emocionales, las de Mishima, y un plato refrescante recién salido del taller, el joven grupo Coriolà. Tres propuestas de diverso signo para dar cuerpo a un clásico de la Mercè y del BAM, el concierto de la Antigua Fábrica de Estrella Damm, que ayer congregó, en su novena edición, a miles de personas en la esquina de la calle Rosselló con Cartagena.

Un espacio que se llenó, como dicta la tradición, y que comenzó a acoger  grupos de fans de Coriolà cuando, a las siete de la tarde, el grupo de Premià de Mar abrió la sesión con El so que fan les flames, una de las canciones de su reciente disco de explícito título, El debut, con producción de Miqui Puig, el que fuera cantante de Los Sencillos. Su pop de acogedoras armonías y giros hacia el folk y el rhythm'n'blues estableció complicidades con Billy Bragg, de quien adaptaron su clásico A new England, y Harry Nilsson, al que evocaron en la dulce Everybody's talkin'. Un grupo que bebe de fuentes nobles.

VÍNCULOS INDESTRUCTIBLES / Coriolà, grupo con nombre de héroe romano del siglo V antes de Jesucristo, alcanzó su momento de mayor intensidad con Els fils invisibles, emotiva pieza inspirada en una leyenda japonesa, que habla de sintonías afectivas indestructibles. Tuvieron oportunidad de ofrecer un bis. «Ara és hora de ballar», anunció el cantante del grupo, Carles Chacón, antes de abordar una de las canciones más extrovertidas de su repertorio, Ara tot és millor.

Más grosor instrumental con el pase de Mishima, mientras el sol caminaba hacia el ocaso. No abrieron con La brisa, del nuevo disco, L'ànsia que cura, sino que esta vez la desplazaron al segundo lugar e inició el concierto La tarda esclata, del disco Set tota la vida (2007), inspirado reflejo del pop magnificente de The Divine Comedy. «Benvinguts a la nostra ciutat», anunció David Caraben. A los teclados, un Marc Lloret que tuvo que suspender por unas horas sus fun- ciones de director artístico del Mercat de Música Viva de Vic, que se está desarrollando este fin de semana.

Mishima, que ya actuó en la Antigua Fábrica Damm en el 2008 (en aquella ocasión, en un programa que incluía a Antònia Font y Primal Scream), cuenta ya con un abultado contingente de canciones que reposan en el subconsciente del público pop, y varias de ellas sonaron anoche en adaptaciones muy maduras, de La vella ferida a Guspira, estil o carícia, L'olor de la nit y una favorita de los fans más enciclopédicos, Miquel a l'accés 14. En paralelo, el quinteto barcelonés fue suministrando el material reciente, con muestras depuradas como La teva buidor (con la trompeta invitada de un nuevo refuerzo, Pablo Fernández), Mentre floreixin les flors y El corredor. Carabén destacó la inclusión de una canción que hacía algún tiempo que no tocaban en los conciertos, Vine.

El repertorio cobró aún más intensidad en un tramo final que se elevó con la clásica L'última ressaca y las nuevas incursiones trompeteras, con aires triunfales, de Llepar-te y Mai més, mientras los ánimos se exaltaban en la calle («Freedom!», soltó Carabén replicando a un grupo de admiradores exaltados. A todo esto, las canciones de Mishima tenían competencia, en materia de atención popular, en las larguísimas barras dispuestas en el recinto de Damm. Grandes multitudes atendiendo a la propuesta de cervezas a un euro.

'RAVE' DEL SIGLO XXI / Y la traca final llegó con Klaxons, un trío británico cuyo nombre es suficientemente indicativo de la estridencia incontenida que ofrece su música. Una apuesta de cierto riesgo para un escenario tradicionalmente asociado a propuestas de pop y rock más canónicas. Klaxons heredan la contundencia rítmica de la música electrónica de rave de hace dos décadas, aplicándola a canciones con estribillos de talla XXL (son orgullosos fans de Abba) y un acabado con guiños rockeros. Formación de cuarteto, con guitarra eléctrica, bajo y batería. Vestuario blanco y actitud de choque en las canciones de su tercer (y discutido) disco, Love frequency, como New reality, que abrió la actuación.

Homenajes graciosos al sonido acid (Atlantis), arranques pospunk con gruesas guitarras y coros glam (Children of the sun) y los logros más irrevocables del nuevo disco, sobre todo una aplastante There is no other time, digna de los mejores tiempos de Madchester. Sin complejos.