ARTE URBANO EN BARCELONA
El pequeño Mariscal
Le dieron un café y una magdalena y el vio pintura negra y una brocha. Así, Kamil Escruela, nacido en el Besòs hace 26 años, se puso a decorar las paredes. No tenía mucho tiempo, porque el bollo, mojado, iba perdiendo cuerpo. Pasó tres días en ese agujero, un calabozo de la comisaría de los Mossos de Badalona. Como hiciera Helios Gómez en la Modelo, dejó su rastro gráfico en la celda. Se acuerda de la manta, agujereada. "Picaba mucho". Hoy se ríe de aquello mientras pinta grafitis en el parque Güell por encargo del Ayuntamiento de Barcelona. Ha cruzado el río desde el lado de la clandestinidad. Y parece que no le va nada mal.
Mantiene el ademán gamberro, la mirada traviesa. Pero ahora canaliza su inconformismo por vías que no le obligan a correr si le pillan dibujando un tren. Aunque no sería fácil pillarle, porque formó parte del equipo de atletismo del Barça durante seis años. De aquellos tiempos mantiene "la disciplina, las pautas". A través de la plataforma Rebobinart, una suerte de empresa mediadora entre los grafiteros y la cosa pública y las empresas privadas, Kamil se ha convertido en proveedor del consistorio, primero con un mural inmenso en un equipamiento municipal de Pere IV, y ahora, dando vida a 29 barreras de hormigón, conocidos como New Jersey, que sirven de tope a los autocares que visitan el jardín de la familia Güell, ahora avispero de turistas.
UN GENIO. UN LOCO
Su trazo recuerda mucho, muchísimo, a Mariscal. Él no se esconde: es uno de sus referentes. Las nubes, los pájaros, los perros, la forma de la cara. Imposible no acordarse del padre de Cobi. De Gaudí sabe un montón de cosas porque se ha estado documentando para llevar a cabo el encargo del gobierno de Ada Colau. "Para mí ha sido el gran genio catalán. Pero también era un bicho raro. Y me he dado cuenta de que Joan Miró se inspiró mucho en él".
Kamil está cobrando el paro y se le termina en noviembre. Ha trabajado durante ocho años en la hostelería y si no tiene más remedio, volverá a servir copas, bocatas, hamburguesas o lo que haga falta. No se le caen los anillos. Seguirá pintando cuadros, sin duda, a la espera de que vayan saliendo oportunidades. "No tengo web, es un fallo, lo sé...", admite.
Marc Garcia, director de Rebobinart, explica que esta joven promesa del Besòs representa "el objetivo final" del proyecto de gestión de espacios públicos para que los grafiteros puedan exhibir su arte urbano de manera regulada. "El mural es la imposición de una artista en la vía pública, pero cuando se hace de manera pactada con los vecinos, deja de serlo", resume Marc, que gestiona una cartera de 2.200 dibujantes. El grafiti, para él, puede ayudar a mediar en un conflicto cuando las palabras ya no sirven. Pero sobre todo, puede representar la esencia de un barrio.
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