BARCELONEANDO

Orgía objetual y sonora

CaboSanRoque recrea los paisajes de Joan Brossa con una instalación plástico-sonora, en el TNC

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NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Lo suyo es ir al TNC. Ya sea para disfrutar viendo a Lluís Homar en el papel del malvado 'Ricard III' o para dejarse envolver por la sensorial pieza de CaboSanRoque. O mejor, para apreciar ambas cosas. Aunque, aviso para navegantes, la instalación del experimental dúo cierra puertas media hora antes de la función y durante el entreacto. Momentos de demasiado ruido verbal para apreciar el original e imaginativo mundo sonoro de Laia Torrents y Roger Aixut. Ingeniera, ella; arquitecto, él; 'performers' de la plástica y de la música cuando son ambos. El resto del tiempo, desde las seis de la tarde a medianoche, la pieza está en marcha. Y lo estará tanto tiempo como duren los crímenes de 'Ricard III', o sea, hasta el 11 de junio.

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En el 'hall'; no en el escenario. Aquí el tema no va del poder a cualquier precio sino de poesía, en el sentido más amplio de la palabra. De poesía y de paisajes soñados, vividos o escritos. De objetos. Y sobre todo, de Joan Brossa (Barcelona, 1919-1998) y CaboSanRoque. Y si hay dudas de eso último, ahí está el título: 'No em va fer Joan Brossa'. Nombre inspirado en el primer libro del poeta y que es homenaje y reivindicación al mismo tiempo: "Jugamos con el título para reivindicar la diferencia entre él y nosotros. No somos hijos suyos. Brossa está profundamente arraigado en el imaginario cultural catalán, pero cuando él murió nosotros ni siquiera éramos mayores de edad. De manera que No em va fer Joan Brossa es, en realidad, un 'Em va fer CaboSanRoque'", explican Torrents y Aixut.

Pero el poeta está presente. Y mucho. Es la inspiración de la pieza, que no es otra cosas que "un recorrido por su obra a través del sonido". Veamos. La conexión entre Brossa y el dúo es más que evidente: los objetos. El primero hacía con ellos poesía; los segundos los convierten en fuentes sonoras y plásticas. Así que aunarlos era una cuestión de tiempo, el tiempo que tardaron Salvador Sunyer y Xavier Albertí, director del Temporada Alta y del TNC, respectivamente, en rendirse a su 'Cobla patafísica'. Luego vino el encargo.

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Una interpretación completamente libre del universo Brossa que parte de su prosa de los años 40 y 50, y sobre todo de sus paisajes: 'El jardí de Batafra o el molí de carnaval', '30 Divisió', 'Missal de caragat'... Así, uno entra en la instalación, oscura, al ritmo de la apertura de 'Parsifal' de Wagner, que además de evocar bosques encantados era la pieza preferida del poeta. Y a partir de aquí: Cubiertos coronados con tapones de refresco que lo mismo pueden ser árboles que soldados; montañas que respiran al ritmo de una máquina de escribir; y ríos que no se ven pero suenan dentro de montones vasos, y cintas métricas que susurran al viento... Además de la palabra de Brossa: su experiencia en el frente del Segre y fragmentos de su poesía escénica basados en la aliteración. Una orgía objetual y sonora. 

27 MINUTOS, 27 SEGUNDOS

"No hay guion dramático. La idea era no era construir un hilo conductor sino una visión de paisaje. Lo mismo que cuando estas frente a uno de real: miras a un lado y ves unas montañas, giras la cabeza  y ves un río... Y jugar con dos factores que a Brossa le gustaban mucho: la magia y el transformismo", apunta el dúo. La magia y el transformismo que suponen eso:  que unos cubiertos coronados con tapones parezcan árboles para unos  y soldados para otros. "Cada espectador lo ve a su manera".  Y todos lo ven. Porque el espectáculo dura 27 minutos, pero  parecen 27 segundos.

La casualidad ha querido que la instalación coincida con la puesta en marcha del Epicentre Brossa. Una serie de actos programados conjuntamente por 11 instituciones culturales de Barcelona y el área metropolitana, además de la Fundació Brossa, que pretenden resituar al creador en el lugar que se merece: en el epicentro de la creación. Y que son la antesala de la celebración del centenario del nacimiento de este irrepetible artista.