PRIMERA JORNADA DE CONTROL DE LOS EDIFICIOS DE LA BARCELONETA

La inspección del caos

Tres patrullas debutaron ayer peinando unas cien viviendas del barrio marinero, mientras algún vecino impedía el paso a turistas, y otros viajeros seguían pensando que están en la selva

Nudista 8 Un hombre procedente de la zona nudista llega a un lavabo sin ropa y sin calzado, lo que está prohibido, ayer.

Nudista 8 Un hombre procedente de la zona nudista llega a un lavabo sin ropa y sin calzado, lo que está prohibido, ayer.

PATRICIA CASTÁN
BARCELONA

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El giro hacia el orden -tímido- continuó ayer en el revolucionado barrio de la Barceloneta con la llegada de los tres modestos equipos de dos personas (un agente de la Guardia Urbana y un inspector municipal), listos para la ingrata tarea de la puerta fría. Es decir, picar uno a uno y sin previo aviso a los vecinos de diversas fincas seleccionadas para investigar cuál es la situación de cada una de las viviendas. Asunto épico que requerirá uno y otro viaje hasta que den con todos los moradores, advirtieron. No se escapará nadie.

Y misión delicada en un territorio acostumbrado a que cada vez que suena el timbre por sorpresa aparezca un agente inmobiliario que trata de comprarles o lograr la cesión de uso de la vivienda para fines turísticos. Pero esta vez ningún vecino tuvo que lanzar un exabrupto. Al contrario, la mayoría se avino con gusto a dar el chivatazo anónimo de lo que se cuece en escaleras castigadas por la invasión de turistas en pisos no reglados. Con excepciones. Una mujer contaba que otra vecina de su escalera le pedía no delatar su negocio en negro y que la «dejase acabar el verano». Necesitaba el dinero...

Los seis valientes acudieron, de momento, con una lista de 75 fincas elegidas al azar mediante un programa informático, para que además de pillar casos in fraganti la tarea sirva de muestreo válido de lo que pasa en la zona. Se supone que es la medida estrella de las anunciadas por la concejala Mercè Homs para tratar de erradicar el descontrol del alojamiento turístico ilegal y para frenar el ánimo vecinal. Finalizada la jornada, habían visitado unos cien pisos, pero los afectados piden una ofensiva más decidida y rápida.

Los tramposos disimulan

Así que la llegada del socorrido equipo fue contemplada con escepticismo por la mayoría. Por contra, los que tienen algo que ocultar comenzaron a actuar con más cautela. «Una turista en nuestra escalera nos ha preguntado que no entendía por qué le habían dicho en la agencia que tenía que decir que era la sobrina del dueño si la policía llamaba a la puerta», explicaba un vecino, alucinado. En otros casos, ya no se cita al viajero en las agencias, sino en un punto de la vía pública. Luego llega el contacto, al que han de seguir a distancia prudencial.

En una finca de la calle de la Mediterrània los vecinos impidieron el paso ayer a unos turistas, diciendo que no vivían allí. Tras momentos tensos llegó la supuesta inquilina oficial, una brasileña que lo había alquilado a una agencia y que al parecer realquila para su propio negocio la vivienda por días, aunque ayer aseguraba que solo la utiliza ella. Es decir que el propietario cobraba, la agencia cobraba y la brasileña cobraba. Pero los dos viajeros, que pagaron, se quedaron ayer sin poderlo demostrar, sin cama, y directos a la comisaría a denunciar.

Y es que el caos aflora desde la versión descarada, la incívica o la que evidencia la sobrexplotación turística del entorno, que derivará en una gran manifestación en el centro de la ciudad el sábado.

El torsonudismo sigue siendo el look favorito de muchos viajeros que recorren las calles interiores, mientras las chicas van en camiseta y braga de biquini o a la inversa. Pero incluso el nudismo autorizado es mal entendido, como refleja la instantánea de este viajero convencido de que desde la zona nudista de Sant Sebastià puede andar tranquilamente en pelotas hasta llegar al baño público situado frente a la plaza del Mar, para sobresalto de las usuarias del espacio unisex. E incluso sin zapatillas, lo que es obligatorio por higiene.

Con el sol han vuelto a airearse las carnes que en los últimos días se mantuvieron menos expuestas. Y eso que los refuerzos policiales y los agentes cívicos se aplican estos días, teóricamente, en explicar que la Barceloneta no es la selva.

En las calles interiores del barrio pescador, afloran otras imágenes absurdas, como los recién llegados cuyo piso por días aún está ocupado. Las agencias les hacen esperar sin clemencia en la calle. Y así pasan horas, mirando el mar con sus maletas o jugando a cartas sobre una mochila en un banco.

Al caer la noche cada uno está ya en su nido. Efímeros hogares más saturados que los propios quarts de casa en época de posguerra. Es común, dice una vecina de Joan de Borbó, que donde se alojan seis legalmente acaben siendo el doble, como sucede en su escalera. Y ahí es donde se cuece el desmadre. «Algunos duermen en la playa, van y vienen y coinciden en las fiestas que montan por la noche», relata.

Peor es en los pisos interiores de 33 metros cuadrados, que se ofertan para dos o cuatro personas (con un sofá cama) por entre 100 y 140 euros estos días, pero donde nadie controla el aforo real. Añaden los vecinos que como no caben, trasladan la juerga a los terrados.