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'Graffiti' versus 'street art'

La plataforma Enrolla't decora con murales legales el perímetro del mercado del Clot

Algunos de los murales pintados por artistas urbanos, el domingo en el mercado del Clot.

Algunos de los murales pintados por artistas urbanos, el domingo en el mercado del Clot.

NATALIA FARRÉ

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«Soy dibujante y punto». La declaración de principios es del artista urbano Shaggy -aunque él prefiere definirse como «creador», pues no solo se dedica a pintar muros sino que su capacidad artística se expande hacia todos los ámbitos-. Y viene a cuento del intento de quien suscribe por concretar el significado de graffiti. Pregunta sencilla pero de respuesta complicada. El diccionario de la Real Academia Española lo define como Letrero o dibujo circunstanciales, de estética peculiar, realizados con aerosoles sobre una pared u otra superficie resistente. Los vecinos afectados en sus paredes por dichos letreros o dibujos circunstanciales afirman que es puro vandalismo. Opinión que comparte el ayuntamiento. Y los que van con el aerosol en la mano no se ponen de acuerdo: para unos solo son graffiti los tags (las letras con la firma de un creador), otros reivindican que antes de las letras en las paredes existieron los dibujos. Luego están los creadores de street art, o lo que es lo mismo, de arte urbano, que según el diccionario serían grafiteros pero según ellos no los son. ¿Por qué? Porque los graffiti son ilegales por definición y ellos buscan el consenso con la Administración. Y porque los graffiti son pintadas rápidas y lo suyo son intervenciones artísticas, trabajadas, que requieren su tiempo. De tanto desacuerdo sale la declaración de Shaggy y su posterior aclaración: «Cada uno tiene su propia definición, concepto y versión sobre los graffiti».

Lo afirmaba el domingo mientras con el espray en la mano plasmaba lo que, según su sentido de la creatividad, es el alma del mercado del Clot: una cara entre dos edificios. Lo hacía junto con una treintena más de artistas, todos convocados por la plataforma Enrotlla't para pintar murales en las persianas del perímetro del mercado. Una intervención pactada con el Institut Municipal de Paisatge Urbà y con los comerciantes. O sea, dentro de la legalidad. No en vano el objetivo de la asociación convocante es «promover el espacio público con intervenciones creativas involucrando al ayuntamiento, los artistas y los vecinos», en palabras de su promotor Jordi Llobell. En resumen: «Casar el ayuntamiento y sus restricciones normativas con los artistas que no tienen vocación ilegal».

La del domingo no fue la primera de las convocatorias de Llobell, que desde que en el 2006 entró en funcionamiento la ordenanza cívica que sanciona las intervenciones artísticas en la calle, busca alternativas para el arte urbano. Tampoco fue la primera para Shaggy que lleva 19 años dándole al aerosol, siempre «sin espíritu transgresor» ni siquiera cuando trabajó de electricista en el metro: «Nunca hice una pintada en convoyes o vagones». De hecho Shaggy preside Grafforum, otra de las asociaciones pioneras en eso de integrar el arte de la calle y la normativa. Hay más, como Difusor, grupo que capitanea la iniciativa OpenWalls y que el domingo enseñaban a los niños a pintar paredes de forma cívica.

Entre la óptica y las bragas

Pero la integración no es fácil. A las trabas del ayuntamiento hay que sumarle las zancadillas de los grafietros genuinos, o sea, los vocacionalmente ilegales. «En el momento en que un grafitero pisa una persiana, esta queda marcada y ya no puede ser pisada por otros sin el consentimiento del primero. Un código absurdo» que Llobell no ha tenido en cuenta en el Clot. Ahora, está por ver qué pasará, si se mantendrán los murales como ocurrió en el mercado de la Llibertat o si un grafitero enfadado por la destrucción de su obra los tapará como sucedió en el mercado de la Albaceria.

En espera de ver quién gana la partida, los murales aún están ahí. Dibujan el alma del mercado, leitmotiv de las pintadas, y a juzgar por lo visto, el alma del mercado de Sant Martí tiene forma de mariposa o de ojo, elementos que ocupan muchas de las pinturas para gusto de unos y disgusto de otros: «¡Tengo la persiana llena de ojos y no soy una óptica, vendo bragas!», exclamaba Carol, una de las comerciantes con persiana intervenida. Pero es que el arte es así, no siempre se entiende.