Farenheit 451 en Gràcia

Angie Arieu, hace unos días, en su establecimiento de Torrent de l'Olla Séptimo Arte, que está a punto de cerrar.

Angie Arieu, hace unos días, en su establecimiento de Torrent de l'Olla Séptimo Arte, que está a punto de cerrar.

CARLES COLS
BARCELONA

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Obituario en Gràcia. Cierra en la calle de Torrent de l'Olla un videoclub tal cual como si se quemara la biblioteca de Alejandría. Los vecinos cuelgan en las paredes del local cartas de despedida. Muchos lectores podrán pensar que la noticia les importa un bledo, como a Rhett Butler, pues total no son clientes, pero el cierre de los videoclubs de autor en Barcelona va camino de convertir la ciudad en un gruyer cultural colosal. A veces son las librerías, en otras ocasiones bajan la persiana definitivamente las galerías de arte. Lo de los videoclubs parece de entrada un mal menor, algo inevitable, un signo de los tiempos, en los que la información ya no se almacena en un disco, sino que está en la nube. Qué gran error. Séptimo Arte, el videoclub que gestiona Angie Arieu tiene unos 10.000 películas en sus estanterías. Hay ahí joyas descatalogadas o de muy difícil visionado.

Filmin pasa por ser hoy el mejor portal de internet para alquilar cine de autor 'on line'. Tiene realmente un buen catálogo, pero se queda en 7.200 títulos. La diferencia con lo que está a punto de perderse en Gràcia es notable.

No obstante, lo de perderse, en realidad, es relativo. Arieu, actriz de pequeños papeles en 'Carta a Eva' y 'Grand piano', le ha dado muchas vueltas a su negocio, primero para hallar una solución que evitara el cierre y, tras llegar a un callejón sin salida, para como mínimo tener un final digno. De película, se podría decir.

Ha decidido que sus clientes se lleven a casa por precios casi simbólicos la colección. Lo que está sucediendo en el corazón de Gràcia desde el pasado viernes y hasta el próximo martes tiene algo del 'Farenheit 451' que escribió Ray Bradbury y que después llevó al celuloide François Truffaut. En la novela (cuidado, que viene un 'spoiler'), en un mundo en el que los libros están prohibidos, un grupo se resiste a ese sinsentido y los memoriza, escondidos sus integrantes en un bosque alejado de la gran ciudad. Las causas del cierre deberían invitar a la reflexión.

RELEVO / Séptimo Arte abandonó primero la que había sido durante nueve años su primera casa, en la calle de Verdi. Sin desmerecer a Torrent de l'Olla, Verdi tiene un aire más 'chic'. Pero de un tiempo a esta parte el precio de los alquileres anda loco en esa calle. Es la burbuja del alquiler. El drama de las tiendas emblemáticas del centro de la ciudad tiene su versión propia y especial en las vías más populares de Gràcia. Total, que donde antes estaba el videoclub de Arieu está a punto de abrir una tienda de productos de limpieza de una gran cadena comercial. Adiós, glamur. Hola, mediocridad.

Por si no fuera suficiente con un enemigo, el negocio de los videoclubs tiene más. La piratería es el más temible. De hasta qué punto es así, Arieu tuvo una buena muestra hace un par de meses. Sucedió algo extraño en los mares del Caribe de internet. Series Yonkis, la isla Tortuga de las descargas ilegales, quedó fuera de servicio. Fue un suceso raro, pero esa es otra historia. De repente comenzaron a llegar al videoclub víctimas de aquel cierre que se habían quedado a media serie de televisión, y hay que recordar que algunas son muy adictivas. Arieu, previsora, no solo ofrece a sus clientes películas. También obras maestras, como 'Breaking Bad'. Fue de las más demandadas. Tanto es así que un día la dueña del negocio recibió a los clientes vestida como Walter White en el laboratorio, con su máscara de cocinar metanfetamina incluida.

Y es que esa es otra de las características de los videoclubs de autor es que los dependientes terminan por ser una suerte de metres que conocen los gustos de cada comensal. Es la crítica a la carta. Por eso el cierre en marcha este fin de semana en la calle de Torrent de l'Olla trasciende de la pérdida que puedan sufrir los clientes más directos, unos 2.500, según las fichas abiertas. Es un símbolo de la transformación de Barcelona en no se sabe todavía muy bien qué. El comercio destinado al turismo late vibrante. Las tiendas para los barceloneses muestran demasiado a menudo síntomas preocupantes. A veces la desazón por esa tendencia se manifiesta de forma espontáneas e inesperadas. Los mensajes que los clientes de Séptimo Arte están colgando en las paredes son buena muestra de ello.

En agosto del 2013, EL PERIÓDICO ya le dedicó una doble página a ese fenómeno de los videoclubs que resistían abiertos. De los cuatro casos allí examinados, dos han caído. Uno es Séptimo Arte. El otro, la Papaya Verde, junto a la Via Laietana, víctima de un incremento del alquiler insoportable para un negocio de estas características, en el que se suele cobrar en monedas.

Desde entonces también han cerrado cines. Se supone que el gusto de los barceloneses por el buen cine no ha mermado. La pregunta sin respuesta es dónde encuentran aquella extraordinaria película que tanto les emocionó y que, por culpa de las rarezas de un mercado como este, de repente se ha quedado descatalogada y tal vez solo está disponible al otro lado del Atlántico, con un sistema de reproducción incompatible con el de la mayor parte de Europa. De verdad, ya no se sabe de qué material están hechos los sueños.