CONSECUENCIAS DEL ÉXITO DE BCN COMO DESTINO

A dos velocidades

Los comerciantes se vuelcan en el viajero que llega por su cuenta o que duerme en la zona y tiene tiempo para hacer vida en el barrio

Venta a turistas 8Actividad en una tienda de la zona.

Venta a turistas 8Actividad en una tienda de la zona.

P. C.
BARCELONA

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Cual gran vigía de la vorágine turística de la Sagrada Família, Toni Castillo suma 38 años como comerciante de suvenires a pie de templo y miles de horas apostado a la puerta de su negocio (Emporio). Es, por tanto, voz autorizada, aunque también interesada. Para su negocio era mejor el anterior modelo, con los autocares a un palmo. «Han perjudicado al comercio porque van con menos tiempo y muchos ni entran en las tiendas», argumenta, y apela también a los vecinos arrinconados en los tramos que conectan el monumento con la Diagonal y a los riesgos de las tropas de viajeros que cruzan por Marina o Aragó, siempre con algún rezagado y con muchas personas mayores. Aún recuerda cuando eran cuatro tiendas contadas. Ahora solo en el núcleo más turístico hay más de una treintena. Es de los que creen que Barcelona ha de mimar al turista, por su actual peso económico, «en vez de perjudicarlo». Por eso tiene hasta lavabo para el cliente, que prefiere en su versión libre, es decir, con tiempo para las compras y sin la presión del grupo organizado.

Y es que los comerciantes tienen claro que hay dos perfiles de viajero: el exprés, que llega en autocar para una visita rápida, y el que pasa la jornada en la zona o incluso duerme en hoteles u apartamentos. «Cuando hacen vida de barrio sí que compran», valoran en la charcutería J. Mir, en el tramo de paso de los viajeros por Marina y con el corazón partido porque a esta nueva faceta de negocio ha de restarle la de los clientes de siempre, que cada vez más prefieren hacer la compra en zonas menos agobiantes, apunta. «Se está perdiendo el caliu de barrio», añade. Y tiene claro que del torrente de viajeros exprés rumbo al autocar, ninguno acaba comprándole jamón. Cierta dignidad le impulsa a no despachar cucuruchos con tacos de jamón como reclamo, estilo Rambla. «Lo que se gana por un lado se pierde por otro», resume el tendero.

Sin jubilación anticipada

En la misma ruta, en el bar Marina explican con sorna que con el traslado de los autocares pensaron que se podrían «jubilar». Pero no hubo   un volcán de euros. «A veces entra un grupo y casi ni damos abasto con tanta gente, pero normalmente van a toda prisa y no entran», relata, mientras no cesan de pasar tropas de varias decenas de personas ante su terraza.

Una manzana más allá, a las puertas del bar Año 2000, en Sardenya, dan fe de que «los que llegan por aquí no tienen tiempo de ir al lavabo». Su cliente es más bien el que pulula por su cuenta buscando dónde tomar algo.

No faltan en la zona negocios para proveer al viajero, que también se instala en pisos particulares y bloques enteros de apartamentos. Desde paellas para llevar hasta colmados de inmigrantes en horario XXL.

En el flanco de quienes más se oponían al nuevo plan de movilidad, la ACAVE (Asociación Catalana de Agencias de Viajes Especializadas), su presidente, Martí Sarrate, señala que el sector más afectado han sido los cruceristas (se mantiene la reducción del 10% detectada hace meses), pero que todas las excursiones panorámicas se han visto afectadas, obligadas a acelerar la visita. Por ello, han potenciado las visitas exclusivas al templo (para dedicarle horas), quedando en la zona y que permiten dar algo de tiempo libre al viajero. Aunque también abarroten aceras.