El mantenimiento del patrimonio histórico

La catedral entra en la recta final de su restauración arquitectónica

La aguja, el cimborrio y los andamios para la reforma de vitrales.

La aguja, el cimborrio y los andamios para la reforma de vitrales.

CRISTINA SAVALL
BARCELONA

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Mirando al cielo desde el nuevo pavimento de la aguja que eleva a 90 metros la Catedral de Barcelona la vista es asombrosa cuando las nubes atraviesan las siluetas góticas sin cristales. Eso es posible desde el miércoles, cuando se desmontaron los pisos de andamio de la parte más elevada del templo, esos vertiginosos tablones que han facilitado a los operarios la restauración de las piedras heridas por la oxidación del hierro que las sujetaba.

El proceso de cambiar el metal dañado de la fachada por titanio ha durado más de cuatro años bajo la indicación de que no se interrumpiera el culto ni se cerrara el acceso a las visitas turísticas, una de las principales fuentes de ingresos para financiar los astronómicos gastos de esta magna rehabilitación arquitectónica.

En la punta de la aguja se alza la estatua de Santa Helena, que ya se puede contemplar desde la plaza de la Catedral, vallada estos días para proteger a los transeúntes de cualquier accidente que pudiera provocar el complicado desmontaje de la gigantesca grúa de 85 toneladas que ya yace en el suelo, donde los operarios la desarman pieza por pieza. Ha sido necesaria otra grúa de 120 metros para poder bajar del firmamento este monstruo con poleas.

La reforma alcanza su recta final, pero hasta mayo no se celebrará un acto festivo para presentarla a los ciudadanos. Falta ultimar la recolocación de las campanas en las paredes exteriores porque las vibraciones desde dentro dañan la infraestructura del edificio, acabar una de las torres y limpiar los vitrales, una operación que se realiza en horario nocturno para evitar daños si algún cristal cayera al vacío. Por ello todavía quedan andamios y lonas a la altura del cimborrio, aunque desde el interior pasan desapercibidos.

Josep Maria Martí i Bonet, responsable del patrimonio de la diócesis de Barcelona y autor de varios libros sobre la catedral, asegura estar «muy contento» de que no haya sucedido ninguna desgracia. «Se han tomado muchas precauciones», insiste. La última, apuntalar cuatro zonas del párking subterráneo de la plaza para que no se hundiera por el sobrepeso de las dos grúas. Lo que no se ha podido evitar son los sustos.

SUSTOS // Una noche del 2002 se desprendió una piedra de la fachada que milagrosamente no cayó sobre nadie. Fue entonces cuando se inició la investigación técnica y se detectó que se tenía que restaurar el muro externo. El siguiente sobresalto pasó hace cuatro años cuando «tres locos» se tiraron con paracaídas desde una arista de la grúa para grabar un vídeo que aún circula por Yahoo! y, hace dos, un joven se quedó enganchado en una farola de la Pia Almoina tras intentar la misma temeridad con un parapente.

TRABAJO DE EQUIPO// Los arquitectos Mercè Zazurca y Josep Fuses, quien se encargó de la remodelación de la Catedral de Girona, han encabezado la reforma. Para ellos lo más complicado ha sido trabajar sin cerrar la seo. Martí i Bonet recuerda que la catedral siempre ha permanecido abierta salvo el año 1936 con la guerra civil. «La Generalitat la cerró para protegerla», señala el clérigo.

El director de patrimonio de la diócesis se muestra crítico con la fachada diseñada en el siglo XIX por Manuel Girona. «Hizo un buñuelo, hemos tenido que cambiar piedra por piedra». Los arquitectos relativizan esta apreciación. «¿Cómo iba a saber que el hierro al oxidarse se expande y llega a romper la roca».

Zazurca señala que el proceso ha contado con un equipo interdisciplinar en el que han participado desde geólogos a historiadores. La constructora es Urcotex, que se encargó de la restauración del Palau Güell. La piedra original de la catedral procede de la cantera de Montjuïc, ya cerrada. «La más similar la hemos encontrado en Escocia», explica la arquitecta, que ha trabajado con picapedreros catalanes, galleros y rumanos, un oficio de otro tiempo del que quedan pocos especialistas.