RUTINA SALUDABLE
Casi 24 horas de corto
Amanece en Barcelona y, sea invierno o primavera, los primeros rayos de sol alumbran el pantalón corto de un corredor. En el litoral, en la Diagonal, en la Meridiana o en Collserola, en Montjuïc o en el Besòs. Tiene mérito que sean tantos con tan poco pulmón verde dentro del núcleo urbano. El corazón de la ciudad empieza a latir pronto, y como la oficina no abre hasta las nueve, son muchos los que inician la jornada entre lágrimas de sudor. Pero no siempre fue así. En los 70 y los primeros 80, todo hombre que vistiera mallas y camiseta ajustada era considerado un tipo rarito, por decirlo con suavidad.
Eso está superado. Incluso habrá quien piense que la sociedad del ejercicio se ha pasado de frenada, que entre aplicaciones que miden los pasos y la frecuencia cardíaca, entre ropa térmica y zapatillas voladoras, relojes con GPS y reproductores de música en los que suena nuestra canción fetiche cuando estamos bajos de fuerzas, la pasión por el deporte tiene ahora tanto de salud como de postureo social.
Cuando la empresa está en plena ebullición llega el momento de los que tienen horarios singulares: restauradores, periodistas, turnos de noche... Eduard Beltran es cocinero y a eso de las 11 coge aire por la Diagonal a la altura de Tuset. Mientras estira gemelos y cuádriceps explica que empezó a trotar hace tres años después de perder, ojo ahí, 35 kilos. "Tenía 30 años y me dí cuenta de que si seguía así podía acabar mal. Suelo salir a correr tres veces por semana, 10 o 15 kilómetros, según el tiempo y las ganas que tenga". No forma parte de ningún club pero sí se suele acompañarse de un buen amigo.
Salud y desahogo
Se da en esta ciudad una circunstancia curiosa que puede comprobarse fácilmente un sábado a primera en la carretera de las Aigües. No es ciencia exacta y que nadie lo lea como un comentario sexista, pero la experiencia enseña que las mujeres se ejercitan solas y los hombres lo hacen más en grupo. Es sabido que para ellos el deporte es, además de un modo de cuidarse, un desahogo, una manera de encontrarse con los amigotes sin que se interprete como una noche de cervezas y eructos. Ligas de fútbol sala, torneos de pádel o un running nocturno. Es el caso de Ricard y Arnau, ambos padres de tres hijos y una jornada laboral que da muy poco margen. Hoy han salido en bicicleta pero se les puede ver corriendo o con una pelota en los pies los martes o los jueves. "Hombre -confiesa Ricard-, hay algo de escapismo en esto de hacer deporte, no nos engañemos". "No es lo mismo 'cariño, salgo a correr' que 'cariño, me voy a ver el Barça al bar'", añade Arnau.
A las 19 horas las calles vuelven a llenarse de mallas. Sale el turno de tarde, los que a primera hora prefieren apurar el sueño porque o no tienen todavía hijos o se les pegan las sábanas al cuerpo. Tras la tregua de la cena, llegan las ligas nocturnas, en las que ellas cada vez tienen más presencia. Porque esa es otra, el lunes sales tú y el martes me toca a mí quedarme con los peques. Es noche cerrada y el deporte todavía no duerme. Cada vez son más los corredores que suben a Collserola. Cuando las familias de jabalís salen a bucarse la vida.
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