EL LEGADO DEL CREADOR DE LA CASA UGALDE

La casa perdida de Coderch

Una exposición descubre su gran proyecto arquitectónico, extraviado desde su muerte

Carlos Ferrater, Elina Vila y Poldo Pomés, ayer, en la exposición de Coderch.

Carlos Ferrater, Elina Vila y Poldo Pomés, ayer, en la exposición de Coderch.

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se habían extraviado. Así de claro y de increíble. Los planos del gran proyecto al que el arquitecto racionalista José Antonio Coderch i de Sentmenat (Barcelona, 1913-1984) había dedicado los últimos años de su vida han podido ser recuperados en el almacén de un industrial de Madrid, gracias a la investigación emprendida hace año y medio por Ginés Górriz Elina Vila.

Son los comisarios de La herencia de Coderch, una exposición conmemorativa a raíz del centenario de su nacimiento, que mañana se inaugura en el espacio Minim, ubicado en el edificio Monitor de la Via Augusta, 185, edificado en 1966 por el temperamental arquitecto, célebre por las acristaladas Torres Trade, los bloques de pisos de la calle de Juan Sebastian Bach y de la Barceloneta, la casa Ugalde de Caldes d'Estrac (Maresme) y centros académicos como el Institut Francès y la ampliación de Escuela Técnica Superior de Arquitectura.

Crecer y decrecer

Coderch consideraba su legado arquitectónico estos planos que él decidió donar libremente, pero a los que por una serie de infortunios se perdió la pista. «La herencia [así llamaba al proyecto Coderch] es el bloque habitacional ideal por su flexibilidad. Facilita que cada vivienda pueda cambiar de manera no traumática sus dimensiones, crecer o decrecer de un lado o de otro o por escaleras de arriba y abajo, según las necesidades de su habitantes», explica Vila, ingeniera especialista en restauración arquitectónica.

La razón por la que los planos se extraviaron es que Coderch los trazó en su propia casa. Nunca bajó ni uno a su estudio, de donde procede el Archivo Coderch, creado en 1994 a partir del fondo de documentación gráfica, escrita, fotográfica y bibliográfica cedido en depósito por su familia a la Universitat Politècnica de Catalunya.

En abril de 1984, el arquitecto, ya enfermo, metió todos los documentos de La herencia en bolsas de basura y se los entregó al industrial y mecenas Juan Huarte, que vivía en Madrid, para que, si lo consideraba interesante, emprendiera el proyecto arquitectónico con quien quisiera y donde quisiera. «Los hijos de Huarte los guardaron pero no sabían de dónde procedían hasta que nos pusimos en contacto con ellos. Era un tesoro extraviado. Pudimos encontrarlo gracias al hijo de Jesús Sanz, el aparejador que trabajaba con Coderch», cuentan Vila y Górriz. Huarte, tras la muerte de Coderch, encargó a Francisco Javier Sáenz de Oiza su desarrollo, pero «por motivos económicos» nunca llegó a edificarse.

«Coderch me contó que dibujaba en soledad, estirado sobre su cama tapado bajo una sábana», cuenta Carlos Ferrater, uno de los arquitectos que aparecen en Recordando a Coderch, documental de Poldo Pomés producida por Górriz y Pati Núñez, que se proyectará los martes, a partir del 2 de diciembre, en Minim.

El carácter de Coberch, malhumorado, seductor, perfeccionista, obsesivo, superdotado, tremendamente sincero, fumador compulsivo y bebedor de whisky a partir de media tarde, no dejó indiferente a ninguno de los arquitectos que lo conocieron. Según Ferrater, que fue su alumno cuando estudiaba Arquitectura, «no era proclive a la enseñanza reglada»Federico Correa confiesa en el documental que se trataba de una persona violenta, «de temperamento atormentado»Rafael Moneo dice que su actitud era «elitista y aristocrática».

Óscar Tusquets recuerda que la fascinación por Coderch no era compartida por toda la profesión. «Pero para la mayoría es un gran referente», asegura. Para él, era un Quijote. «Picasso le envió un dibujo de una de sus lámparas y nunca quiso publicitarlo», cuenta.

Enric Sòria, autor del ensayo Conversaciones con Coderch, afirma que muchos no querían ni verlo después de ir al velatorio de Franco«A Pujol no lo tragaba», agrega. A lo que Tusquets añade que hablaba mal de todos los políticos. «El tiempo le ha dado la razón».