El botellón tranquilo

La presencia extranjera inundó las calles en la primera noche de la fiesta en Gràcia

Un grupo de gente sentada bebiendo en Gràcia, la madrugada de ayer.

Un grupo de gente sentada bebiendo en Gràcia, la madrugada de ayer.

MIREIA MOYA
BARCELONA

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La estampa nocturna del primer día de las fiestas de Gràcia, durante la madrugada de ayer, brilló por la afluencia masiva de un público entregado hasta los tuétanos a la diversión, el baile, la música y, cómo no, a la bebida. La concurrencia extranjera, que ya se había hecho notar en ediciones anteriores fue culminante en esta ocasión. En su mayoría se trataba de gente joven de todos los rincones de Europa y América ansiosa por ver en qué consistían las celebraciones más populares y multitudinarias del verano barcelonés.

Los turistas se fundían con el público local y también con los asistentes al Circuit Festival, el evento de gais y lesbianas más importantes de Europa, que por primera vez ha coincidido con las fiestas del barrio y que ha sumado participantes a la amalgama cultural y de edades que constituye la tradicional conmemoración.

El perfil y tipo de público fue uno de los temas de conversación más recurrentes entre los asiduos a la cita. Cristina es vecina del barrio y lleva toda la vida acudiendo, y es de las que opinan que«la invasión de gente es cada vez peor», algo que a su parecer«resta esencia a la celebración porque se ha convertido en una atracción turística que juega en detrimento de la cultura popular». A modo de ejemplo explica que su hermana, también del barrio, huye de la ciudad cuando se aproximan las fiestas porque«hay demasiado follón y suciedad y no puede poner un pie fuera de casa sin ponerse nerviosa por el gentío y jaleo que hay».

Sin embargo también hay quien considera que el elevado bullicio de la zona es un signo positivo y que ejemplifica el éxito de la celebración, como comentan varias personas entrevistadas.«Cada año hay más gente pero el ambiente varía. Durante el día el público es más familiar y autóctono y por la noche destaca la audiencia extranjera y la media de edad disminuye. Además la gente tiende a ir en plan barato y prueba de ello son los supermercados que están abarrotados al tiempo que muchos bares permanecen a medio gas y todo el mundo va con su cervecita en la mano. Hay mucha animación y vale la pena que se conozca la festividad porque es muy bonita», cuentan dos mujeres que cada año se acercan al barrio por estas fechas.

En materia de precios la ocasión también genera un gran interés pues es posible beber por sumas muy reducidas. Consumir un combinado cuesta 3,50 euros; una caña vale dos euros, la misma tarifa que los copas de roncremat para llevarse, una modalidad que causa furor entre los turistas. Asimismo, las aceras y los portales de las calles estaban a rebosar de jóvenes sentados litrona en mano haciendo botellón sin temor a posibles multas, un panorama que iba aumentando por horas sin represalias y que dejaba un paisaje de latas amontonadas que pasaban a formar parte de la ornamentación callejera, otro de los temas más debatidos entre los presentes. Eso sí, es un botellón tranquilo, muy lejos de las algaradas de años atrás.

Cada cual opinaba sobre el perímetro más original y trabajado. Para una familia del distrito, a la calle de Verdi le ha pasado su época dorada a favor de Joan Blanques, mientras un grupo de ancianos criticaba la disminución de metros destinados a la decoración fruto de la crisis, un fenómeno que también se ha extendido a la programación de la festividad, tal y como aseguraba un vecino que durante décadas tocó con su orquesta hasta hace dos años, cuando las subvenciones empezaron a faltar.