Cambios en un eje neurálgico de Ciutat Vella

Un Born para pasear

La calle de Comerç, aún en la vorágine de obras, y que ya está cerrada al tráfico desde Princesa hasta Marqués d'Argentera, ayer.

La calle de Comerç, aún en la vorágine de obras, y que ya está cerrada al tráfico desde Princesa hasta Marqués d'Argentera, ayer.

CRISTINA SAVALL / PATRICIA CASTÁN
BARCELONA

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El 11 de septiembre no solo se inaugurará el Born Centre Cultural, sino que se pondrá fin a cuatro décadas con el recinto del viejo mercado en vía muerta. Pero al margen de la expectación que ha generado el equipamiento y del impulso comercial que está dando a la zona, la nueva etapa comportará también un cambio de escenario a pie de calle. El peatón va ganando espacio, sin prisa pero sin pausa, en un territorio con cada vez más calles sin coches y que ahora mejorará su conexión con el parque de la Ciutadella. Un reclamo para el barcelonés, para el turista y para muchos empresarios, pero que genera preocupación en un sector de los vecinos, preocupados por dos puntos: la pérdida de plazas de aparcamiento, y también la fisonomía turística de la Ribera.

Desde principios de julio, se ha cerrado definitivamente el tráfico por la calle de Comerç desde Princesa hasta la avenida del Marquès de l'Argentera, debido a la urbanización de todo el entorno del Born Centre Cultural. El nuevo espacio, aún en obras, será una zona peatonal, con un sistema de recorridos señalizados y una pilona retractil en Antic de Sant Joan para que la Guardia Urbana regule la nueva situación, con restricción de vehículos.

La remodelación afecta sobre todo a las calles de la Fusina, de la Rivera y de Comerç, con modificaciones y desvíos del tráfico con un punto negro aún por resolver como es el acceso en dirección a L'Hospitalet desde la zona del Born por el paseo de Circumval·lació, que hasta ahora se resolvía por Comerç. En estos momentos una señal prohíbe el giro. «Estamos estudiando cómo resolver esta cuestión. Intentaremos hacer viable el viraje desde el paseo de Picasso. Pero lo importante es que ganamos un entorno agradable en el que el tránsito en vehículos quedará restringido a los vecinos, los clientes del párking y los servicios de carga y descarga», explicó ayer Mercè Homs, concejala de Ciutat Vella, durante la presentación de los cambios que tuvo lugar junto a los antiguos juzgados del paseo de Lluís Companys, que permitirán a mitad de agosto recuperar 72 plazas de aparcamiento.

Para compensar la pérdida de áreas verdes de aparcamiento, Ciutat Vella ha atendido la petición de los vecinos de los barrios de Sant Pere, de Santa Caterina y de la Ribera, que desde que cerraron los juzgados reclamaban los aparcamientos reservados junto a dicho edificio. «En estos momentos las plazas perdidas para habilitar la zona peatonal se reducen a 69. Espero que en un futuro sean menos», dijo Homs.

PLAZAS VERDES / La concejala afirma que el entorno dispondrá de un total de 284 plazas verdes, y en consecuencia el uso prioritario será para los vecinos. Se situarán en los paseos de Picasso y de Pujades, y en las calles de la Princesa, Comerç, Antic de Sant Joan y Maqués de l'Argentera. «También se han habilitado 47 plazas de carga y descarga que funcionarán por la mañana y 14 espacios reservados para vehículos de personas con discapacidad, así como estacionamientos para 58 bicicletas y 78 puntos de anclaje de Bicing», añadió.

Sin embargo, la transformación de la zona ha movilizado a vecinos, constituidos como comisión de afectado, que lamentan que cada intervención implique un recorte de aparcamiento y anoche volvieron a celebrar una asamblea. «Priman el desarrollo turístico y los vecinos nos sentimos agraviados», explican. Últimamente, han repartido carteles por el barrio, destacando que en distintas intervenciones se han eliminado 370 plazas verdes, 240 de las cuales se inscribían en la reurbanización anexa al centro cultural.

EQUILIBRIO / En plena batalla de cifras entre nuevas y viejas áreas verdes, la asociación de comerciantes Born Comerç trata de poner paz y defiende que el barrio camina hacia el «equilibrio», con un pulmón económico importante, pero también muchas mejoras urbanísticas a nivel residencial. La actual intervención urbanística implica cambios en la recogida de basuras, en el mobiliario urbano (como sillas con respaldo que también crearon discrepancia vecinal por si propiciaban botellón o concentraciones), en la señalización y en la iluminación.