BARCELONEANDO

Ponga un dron en su boda

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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“Qué bonito es el amor, más que nunca en primavera” lo canta Pau Donés en su canción ‘Depende’, un título que viene bien para resumir lo que aquí acontece. Barcelona ha acogido este fin de semana una feria de bodas a la que se llegaba por un caminito de corazones. Muchas parejas dispuestas a casarse han curioseado entre la veintena de estands de fotografía, catering, maquillaje, vestidos, joyas, globos y viajes. Su cara denota tanta ilusión como dudas, porque una cosa es hincar la rodilla y enfundarse el anillo, y otra muy, muy, muy distinta, ponerse de acuerdo sobre cómo, qué, cuándo y dónde debe desarrollarse ese día tan especial. El porqué parece claro. Se quieren a borbotones.

La edad de los novios ronda los 30 años pero hay alguna que otra pareja reciclada. Son las menos, pero también las hay con niños pequeños. En uno de los puestos de fotografía sorprende una tele que proyecta unas imágenes aéreas. Silvia, empleada de la empresa Audiovisuart, detalla que el vídeo lo ha grabado un dron que suplementa al tipo trajado con la cámara al hombro, ese que acaba cenando solo en una esquina. “Cogemos una tecnología que siempre ha sido prohibitiva y la ponemos al alcance de los novios”. Cuenta que el chisme no suele volar durante la ceremonia para no despistar al personal, que lo ideal es soltarlo durante el aperitivo o cuando llegan los novios, ese momento tan improvisado de primer aplauso que te coge con una tosta de salmón marinado el aneldo en la mano y el primer lingotazo en la otra. En Barcelona, se siente, no se pueden usar para este menester. Algo más baratito y recurrente son los fotomatones o las 'polaroid' en las mesas, una manera simpática y sutil de ahorrarse un dinero con el profesional de la imagen, ese que te pide una sonrisa la mañana de tu boda cuando estás en gallumbos en casa de tus padres. Pero que quede claro: ninguna máquina puede sustituir el buen hacer de estos profesionales. 

DUDAS IMPORTANTES

Isaac y Jasmina, novios y residentes en Barcelona, se casan en el 2018. Ella es de Tenerife y se están planteando una boda canaria. Él pidió su mano hace poco “y por ahora el 'sí' se mantiene”. Se miran y sonríen. Amor hasta en las uñas. Quieren algo fácil, sin complicaciones, con los más allegados y la familia. ¿Pero dónde pones el corte…? Ah, amigo… ¿Qué pasa con los del trabajo? ¿Y los amigos de los padres? ¿Y los 700 primos? ¿¿Y de verdad hacen falta flores en el baño?? Rubén y Ana, joven pareja de Nou Barris, ya han pasado por ese trance. “Tuvimos un par de pollos importantes pero lo hemos arreglado: familia directa y 20 amigos por persona. Y sin demasiadas pijadas”. Una boda equitativa.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Ojo con cambiar el vals\u00a0","text":"por el baile de 'Dirty dancing': exige de una cierta pericia"}}No hay enlace sin baile. Seguro que habrán visto algún vídeo viral de pareja americanas que inicia el vals, la música se para, suena Michael Jackson, simulan sorpresa y de golpe empiezan a desplegar una coreografía de la leche mientras la tía Dorothy grita como una locaMercè Pastor regenta una academia de baile matrimonial y sabe de qué habla. Dice que algunos chicos vienen arrastrados por sus futuras esposas, que normalmente llegan con canciones escogidas -'Dirty dancing' es un clásico, pero ojo que los pasos exigen cierta pericia- y que en alguna ocasión ha tenido a un padre y una hija -y quizás un novio con sonrisa nerviosa-. En cinco horas los tiene listos para petarlo en Youtube. Lo demuestra con una clase rápida durante la feria. Y una cosa queda clara: la predisposición lo es todo.

En el recinto hay varias 'wedding planners', personas a las que confiar todos los preparativos de la boda. Carme, Gemma y Laia, simpatiquísimas, trabajan en Boda Ideal, una consultora ‘online’. Antes contaba más gastarse dinero, pero ahora la gente se preocupa de pasarlo bien, sostienen. Tampoco se lleva tanto el vestido blanco, ni el cochazo. Que si unas ‘food truck’, que si un cocktelero, que si una banda de jazz durante el aperitivo. Lo que no ha cambiado es la voz cantante: “Cuando se acercan a preguntar, la que habla siempre es ella”. Comprobado con quedarse por ahí un par de horas observando. Ellos callan. Manos cogidas a la espalda mientras asienten y sonríen. Estas jóvenes planificadoras intuyen una creciente implicación del hombre. Pero tímida: nadie discute su papel de teloneros.

La feria se celebra en el World Trade Center. Fuera, a través de un enorme ventanal de cristal, a escasos 20 metros, se encuentra amarrada la fragata militar brasileña Liberal, con sus cañones y todo el arsenal a punto. La verdad que impone, porque el vidrio es inmenso pero nada se ve del puerto, el mar o la ciudad al margen del metal del navío, que tiene un tapón de plastiquete en las armas de largo alcance. Es imposible no caer en la paradoja. Sin duda, mejor hacer el amor que la guerra. Pero todo llegará, ni que sean pequeñas batallas, porque no todo es Rondel Oro en la vida marital. Y sin ánimo de desanimar, ahí van unos datos: en el 2015 se registraron en Barcelona 3.745 bodas y 3.189 divorcios. Se impone una feria de la ruptura. Bastaría con una hilera de buenos abogados y procuradores