modificación de la ordenanza de circulación de vehículos y viandantes

La bici exige más seguridad en la calzada para abandonar la acera

Un ciclista circula entre peatones por una acera del Eixample, en junio del año pasado.

Un ciclista circula entre peatones por una acera del Eixample, en junio del año pasado.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Ya lo decía una reciente encuesta elaborada por el Bicicleta Club de Catalunya: el 81% de los ciclistas prefieren ir por la acera que por la calzada. Nadie pedalea por gusto por el andén ciclista. Es lento, los cruces no son en línea recta, se molesta al peatón y hay que zigzaguear constantemente. Si se usa es por seguridad, porque el asfalto se considera un río de aguas rápidas en el que solo los más avezados se atreven a meterse. Si se les obliga a bajar, exigen que la calle sea más amable, menos agresiva para un vehículo que circula a una velocidad ridícula si se compara con el resto de los actores viales.

La modificación de la ordenanza de circulación que impulsa el gobierno de CiU tuvo ayer una doble reacción social y política. La primera habla desde la experiencia. La segunda, quizá más desde la conveniencia. Vista la reacción de la oposición, Xavier Trias lo tiene muy complicado para poder sacar adelante el texto. Hasta ahora, el socio preferente ha sido el PP, pero en temas de movilidad ha mostrado escasa sintonía y algo de rencor por no haber logrado que las motos puedan usar el carril bus-taxi. A través de un comunicado, los populares apostaron ayer por olvidarse de nuevos textos «que no aportan nada» e instaron a centrarse en «dar cumplimiento al reglamento vigente». Los socialistas, por boca de David Escudé, exigieron «el máximo consenso posible» y manifestaron que el veto al uso de la acera en lugares en los que no haya carril reservado «desincentivará el uso de la bicicleta por el miedo a las multas». «Barcelona no tiene las infraestructuras adecuadas ni existe la cultura ni la educación viaria suficientes», concretaba el edil. En ICV-EUiA, Joaquim Mestre consideró necesario «presentar de manera inmediata un mapa de despliegue de carriles bici y zonas 30 con presupuesto y calendario» concretos.

CON PACTO O SIN / Todas estas opiniones parecen alejar la posibilidad de pacto político para aprobar la ordenanza. En caso de no conseguir el consenso necesario, el ayuntamiento cogerá la normativa vigente y le dará cumplimiento a rajatabla. Esto le permitirá igualmente sacar las bicis de todas las aceras del Eixample, ya que el ancho de Cerdà es de 490 centímetros, y el mínimo legal para pedalear sobre ellas es de 500 centímetros, pero en el momento de la aprobación hubo un pacto no escrito para incluir las manzanas del distrito que más bicis concentra.

Albert Garcia, coordinador de Amics de la Bici, coincide en que no se puede obligar a circular por la calzada cuando el ciclista no se siente seguro. «Seguimos teniendo mucha discontinuidad en la red de carriles, y la dictadura del coche es incontestable», denunciaba este veterano activista. Ole Thorson, expresidente de la Federación Internacional de Peatones y experto en movilidad, calificaba la propuesta de modificación de la ordenanza como «positiva desde el punto de vista del viandante», pero sin perder de vista que la seguridad de los ciclistas «es también vital para la ciudad». «No debemos olvidar que el Eixample, donde más bicis hay, es también el distrito con menos zonas 30. Sin valentía, nada de esto tendrá éxito. Hacen falta decisiones arriesgadas».