LOS DOS EXTREMOS DE LA DESIGUALDAD SOCIAL

Barrio rico, barrio pobre

Un Ferrari circula por la avenida de Pearson, en Pedralbes, el viernes.

Un Ferrari circula por la avenida de Pearson, en Pedralbes, el viernes.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Pedralbes nació de la mano de Dios. Trinitat Nova, de la necesidad. El monasterio de las monjas clarisas, construido con la roca blanca de una pedrera cercana -del latín, 'petras alba'-, fue en el siglo XIV la semilla de lo que hoy es el barrio con la renta familiar más alta de Barcelona. En el otro extremo del bienestar, aunque a tan solo diez minutos en coche por la Ronda de Dalt, se encuentra el vecindario más empobrecido de la capital catalana. Dicen los veteranos de este humilde lugar que la culpa la tiene la historia, estos casi 70 años en los que no ha sido posible sacarse de encima el sambenito de «barrio de desplazados» que se forjó por la urgencia de alojar a ciudadanos incómodos: Somorrostro, las barracas de Montjuïc, las vías del tren de Sant Andreu. La crisis ensancha la grieta, pero el problema no es nuevo. Ni parece que vaya a resolverse mañana.

Miércoles de Nochebuena en la calle de las Chafarinas. Es día de mercado al aire libre, con decenas de remolques junto a la lonja municipal en la que resisten una docena de puestos. Juego de bragas a cinco euros, pañuelos a dos, abrigos a 30. Nou Barris, como cualquier zona residencial de montaña, soporta un viento traidor; esquinero. Quizás por eso muchas de las calles están dedicadas a pueblos y playas del Empordà. Son mayoría las personas mayores, parejas de ancianos cogidos del brazo que se detienen mucho pero compran poco. A ojos del neófito, este parece un vecindario animado, aunque pronto se echa de menos la presencia de gente joven, de niños. María del Carmen, de 78 años, resume sus 57 años en Trinitat Nova.

TODO RESIGNACIÓN

No habla desde la ilusión o el arraigo, sino desde la más absoluta resignación. Llegó con su madre, sus abuelos y su marido para pagar 260 pesetas de alquiler en un piso que a la larga pudieron comprar. Tienen delante la Meridiana, cicatriz urbana que compara con el Ebro, «imposible de cruzar». El suyo es un edificio, cuenta, que se construyó para tapar las fincas de detrás, «más feas», y adecentar un poco la primera línea visual del barrio. No se siente de aquí. Dice que es de Sant Andreu, donde nació y a donde sigue yendo a comprar «porque aquí no hay casi de nada». «No me sorprende nada que seamos los más pobres. Fíjese bien, ni un comercio. Se han preocupado de la vivienda, y eso está bien, pero no de dar vida al barrio. Si quieres algo, tienes que irte a la Via Júlia o al otro lado de la Meridiana. Ya no digamos salir de noche. No es tanto la inseguridad, que en eso se ha mejorado, sino en que cuando oscurece esto es un desierto y no te atreves ni te apetece salir».

Le acompaña su hija, Montserrat, de 56 años, que meses atrás volvió a casa empujada por el paro. La prioridad, señala, es el trabajo. «Y que sea de calidad». No lo dice por ella, se refiere a los más jóvenes. Un paseo por Trinitat Nova basta para evidenciar la escasez de comercio. Buena parte de los bajos de las promociones sociales están tapiados. Explica que la gente solo viene al barrio «a aparcar el coche», que son pocos los que están orgullosos de vivir aquí. Lamenta también «el bajo nivel cultural», y que esto se haya convertido «en refugio de los que no saben dónde ir».

LOS DOS PEDRALBES

En la calle de Manila, donde se ven muchos más niños que en Nou Barris, Lourdes y su pequeño Màrius van en busca de papel de envolver. Ella huye de la etiqueta de barrio rico porque dentro de Pedralbes «existen dos mundos: los bloques de pisos y las casas unifamiliares en las que vive la gente que tiene dinero de verdad». «No tiene sentido que nos metan en el mismo saco, y estoy un poco harta de los clichés. Más de una vez he mentido cuando me preguntan dónde vivo. Si dices Pedralbes, la gente ya te mira mal o te hace una broma de mal gusto, y no creo que eso sea justo».

La plaza del Mirall de Pedralbes tiene su espejo en Trinitat Nova en el parque infantil que originó la llegada del metro al barrio, hace seis años. Cualquier niño soltado a ciegas elegiría el segundo. Por columpios, por la situación, por la luz. Y porque tiene un tren de madera maravilloso. Aquí tampoco falta, además del mercado, el CAP, el instituto, la guardería o la residencia para personas mayores. Pero no hay eje comercial, ni hoteles, ni restaurantes, ni equipamiento deportivo, ni... Cualquier urbanista diría que sin actividad en la vía pública no hay vida. Y así es. Lo corrobora Mercedes, que llegó hace un año desde Sants, donde ha cedido dos áticos a sendos sobrinos que deben estar encantados con su tía. Tras la muerte de su madre, se mudó a vivir con su hermano y es un buen testimonio para poder comparar. Se queja de que solo hay gente mayor. Y señala el mercado. Ahí tiene un puesto de pescado desde hace siete años Mayka, que ahora está sola pero llegó a tener dos trabajadoras. Dice que cualquier día cierra, que esto está muerto, que la gente no gasta. También se queja con amargura de una «injusticia social», de un «país de gente acostumbrada a sacar más tajada cuando no trabaja». Se explica: «Hay muchos que cobran el paro sin haber pegado un palo al agua en su vida, y luego hay personas mayores que han cotizado toda la vida y que les ha quedado una pensión similar a la del que vive del Estado. ¿Es justo?».

ACERCAR LOS POLOS

En Capità Arenas, Héctor pasea a su perro, un joven collie. Es economista, y le parecen arriesgados este tipo de estudios sobre rentas «porque generan demagogia y tópicos». Defiende que está bien que el ayuntamiento conozca estos datos para decidir dónde y cómo invertir el dinero, «pero de ahí a convertirlo en un ranking…». «No sé si es bueno que se hagan públicos porque solo genera mala leche». Dice Héctor que la distancia entre ambos polos no se logrará reducir por acercamiento de ambas partes. «Seamos realistas: los que tienen dinero van a seguir teniéndolo». Se nota que se dedica a los negocios. «Lo que hay que conseguir es que Trinitat Nova se acerque a un Pedralbes estable, y aunque no lo coja nunca, porque es imposible que no existan zonas más y menos prósperas, hay que evitar estas diferencias». Mercedes apela como Montserrat y Mayka al trabajo porque también conoce casos de «jóvenes que no han trabajado jamás». «Si les das vivienda y no trabajo, luego tienes que echarles. Por eso aquí es donde más desahucios hay», sostiene. El trabajo. Y también la visibilidad: nadie en Pedralbes, de las 15 personas consultadas, sabía situar Trinitat Nova. En Nou Barris, el 90% señalaban el monasterio de las clarisas. Todo es zona alta, pero unos son más reconocibles que otros.