LA TRANSFORMACIÓN DE LA CIUDAD INACABADA

De la barraca al polígono

HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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La prioridad no eran las condiciones de vida de las personas –y menos las de los pobres-, sino la transformación urbanística de la ciudad, así que era esta la que marcaba el ritmo. Siguiendo esa lógica, la construcción del paseo marítimo desencadenó la desaparición progresiva del Somorrostro, que el ayuntamiento franquista acabó de borrar casi de un día para otro, en junio de 1966, ahora se celebran los 50 años, coincidiendo con la celebración de una exhibición naval a la que estaba invitado el dictador. “El desalojo del Somorrostro es paradigmático de la forma de construir la ciudad a golpe de operación urbanística que inició el alcalde Porcioles”, resume la historiadora Mercè Tatjer, editora de 'Barraques, la Barcelona informal del segle XX'.  

La desaparición del más célebre barrio de barracas de la ciudad, quizá por lo místico de su ubicación, a la orilla del mar, quizá por haber sido el primer escenario de la vida de Carmen Amaya, había empezado años antes. En 1961 fueron derribadas 765 viviendas, coincidiendo con la urbanización de un tramo del paseo. Sus habitantes fueron realojados en los bloques de pisos del actual barrio del Besòs. Los las 720 barracas que quedaban en el 66 fueron trasladados mayoritariamente a los polígonos de Sant Roc, en Badalona y de La Pau.

ALEJADOS, AISLADOS Y CON MATERIALES BARATOS

“Los terrenos elegidos para levantar los polígonos estaban alejados del centro de la ciudad, en lugares sin medios de transporte, casi siempre sin urbanizar, sin servicios ni equipamientos; y los pisos eran pequeños y de mala calidad”, apunta Joan Rocadirector del Museu d’Història de Barcelona. Tan de mala calidad que, al poco tiempo, en muchos de ellos se encontraron deficiencias estructurales y muchos han tenido que ir siendo substituidos: en Trinitat, en Can Clos, en La Mina...  

“No fue algo planificado, pero donde había terrenos baratos era en el extrarradio, así que allí se construyeron, con la única idea de levantar viviendas. Sin pensar en los servicios básicos que esas personas necesitarían”, coinciden Roca y Tatjer. Lograr esos servicios fue otra lucha.

Roca insiste en destacar una idea: el barraquismo y su erradicación fue uno de los grandes retos de la Barcelona del siglo XX. “Hablamos de un fenómeno que afectó a 100.000 personas, un 7% de la población de la ciudad en aquel momento. Hay que superar la imagen más marginal que ha quedado en la retina de los barceloneses de la última etapa del barraquismo, el de los años 80 de La Perona. La gran masa de barraquistas fue otra cosa. Los trabajadores que ayudaron a construir una ciudad que tardó en tratarlos como ciudadanos”, prosiguen ambos especialistas en historia urbana.

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Ese “derecho a la ciudadanía” era el que reivindicaban los barraquistas, y que iba mucho más allá de tener un piso. En los núcleos barraquistas, habían tejido ya comunidades y querían ser traslados juntos, para no romper esa comunidad. Algo que no siempre sucedió, ya que los realojos, como ya se ha dicho, los marcaban las urgencias de la ciudad formal y no los anhelos de los ciudadanos, y mucho menos los que la administración franquista no consideraba como tal. La lucha por esos servicios fue la semilla de muchas asociaciones de vecinos, como la del Carmel. "Lo peleamos todo. De las alcantarillas a la escuela de adultos", recuerda Custòdia Moreno, líder vecinal del barrio, vecina de las barracas del Carmel desde que llegó a Barcelona en el Sevillano cuando era solo una niña, en noviembre de 1947. Luchas muy similares se dieron en los polígonos de Nou Barris y del Besòs. 

PISOS SOBREOCUPADOS Y FALTA DE EQUIPAMIENTOS

Sant Roc fue uno de los polígonos construidos para acoger a los damnificados por las riadas del año 1962, para compensar las expropiaciones que se hicieron para construir la autopista y para realojar a los habitantes de las barracas del Somorrostro. En sus inicios, muchos de esos pisos se sobreocupan. La falta de equipamientos mínimos, como alumbrado y pavimentación, y de servicios básicos, como escuelas o centros de salud motivó la creación del Centre Social Cultural Sant Roc. 

Juan Jesús Guerrero trabaja en Sant Roc prácticamente desde la creación del barrio, ahora hace medio siglo. Primero como profesorJuan y después como educador de calle. Hoy sigue muy vinculado al barrio desde el Ateneu de Sant Roc. Sant Roc es, según cuenta Tatjer, uno de los polígonos donde peor se hizo la integración. 50 años después de su creación, lejos de haberse integrado a la ciudad, sigue siendo el polígono. Algunos de los primeros vecinos se marcharon cuando surgió la oportunidad de vender las viviendas, en plena burbuja inmobiliaria. Cuenta Guerrero que los pisos que dejaron vacíos los compraron los nuevos inmigrantes. Muchos de ellos no pudieron hacer frente a las hipotecas y fueron desahuciados. Muchos volvieron a entrar a las destartaladas viviendas, ahora propiedad de los bancos"de patada". Cincuenta años después, el problema de la vivienda -la base del barraquismo-, no se ha resuelto.

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