Barceloneando

Butifarra con 'seques' cubista

El hotel The Serras recuerda la última estancia de Picasso en la ciudad con una cena homenaje al pintor

Jordi Serra, propietario de The Serras, Emmanuel Guigon, director del Museo Picasso, y el chef Marc Gascons, en la terraza del hotel durante la velada del miércoles.

Jordi Serra, propietario de The Serras, Emmanuel Guigon, director del Museo Picasso, y el chef Marc Gascons, en la terraza del hotel durante la velada del miércoles. / periodico

Olga Merino

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Tan mortecina se encuentra la vida cultural barcelonesa, tan escasas vienen siendo las alegrías en su patio tristón, que se agradece como lluvia de mayo cualquier iniciativa que recuerde el verdadero carácter de la gran encisera, su espíritu cosmopolita y algo burlón. Sobre todo, si la propuesta se formula desde la ilusión y el esfuerzo, como la cena homenaje a Pablo Picasso ofrecida el miércoles en el restaurante Informal del hotel The Serras (paseo de Colom, 9).

Allí mismo, en las dependencias del hotel, años y demoliciones mediante, se encontraba el primer estudio del pintor, compartido con su amigo Manuel Pallarès, a quien había conocido en las clases de 'Anatomía y Perspectiva de La Llotja'. Se entraba al atelier por el número 4 de la calle de la Plata, desde cuya azotea ambos adolescentes disfrutaban de las vistas sobre el puerto y, según dicen, se dedicaban a tirar piedrecitas a los transeúntes.

En cualquier caso, la velada vino a cuento para conmemorar un doble aniversario en el vínculo del artista con la ciudad: los 120 años de la culminación aquí de su primera obra maestra, el cuadro 'Ciencia y caridad' (1897), que el Museo Picasso se dispone a restaurar, y el centenario de la última de sus estancias largas en Barcelona, en 1917. Vino después en otras ocasiones para encontrarse con su madre y su hermana Lola, pero en plan visita de médico.

El hotel The Serras conmemora el centenario de la última estancia de Picasso en la ciudad

Fue en junio de aquel año convulso cuando Picasso llegó a la ciudad siguiendo a los Ballets Russes del divino Serguéi Diáguilev y la estela de una de las jóvenes bailarinas de la compañía, Olga Khokhlova, una belleza de ojos verdes, pedigrí aristocrático y carácter de mil demonios a quien los prolegómenos de la revolución soviética dejaron en una especie de limbo sin papeles. Entre una cosa y otra, la pareja se quedó aquí envarada hasta el 26 de noviembre, un periodo durante el cual la ciudad debía de bullir de diversión y creatividad por cuanto se había convertido en oasis para los artistas e intelectuales que venían huyendo de la primera guerra mundial.

Así, para celebrar aquellos seis meses de estancia enamorada, el chef Marc Gascons, galardonado con una estrella Michelin, se inventó el miércoles una cena espectacular para una veintena de comensales con el asesoramiento del director del Museo Picasso, Emmanuel Guigon, quien asistió también a la velada. Diez platos exquisitos —por fortuna, más sabor que esferificación—, inspirados en cuadros del genio, como 'Verre, pain et fromage' (1923) o 'El bogavante en el cesto' (1965), así como fotografías del artista, facturas y listas de la compra relacionadas con la comida.

El chef Marc Gascons se inspira en la obra del artista para crear 10 platos

Se da la circunstancia de que en mayo del año próximo el museo inaugurará una nueva muestra titulada 'La cocina de Picasso', y mientras dure el público podrá degustar idéntico menú al ofrecido en la noche del miércoles en el restaurante del hotel The Serras. Por de pronto, uno de los platos se queda en la carta: la 'botifarra catalana con mongetes del ganxet'.

¿Por qué escogió el chef un plato tan aparentemente sencillo? Pues porque a Picasso, poco sofisticado en sus gustos culinarios, se le atribuye la siguiente frase: “¡Qué quiere que le diga! A Olga le gustan el té, los pasteles y el caviar. ¿Y a mí? A mí me gusta la butifarra con judías”. Ay, el amor, el amor… El pintor y la bella ucraniana no acabaron precisamente comiendo perdices.

El menú podrá degustarse al completo el año próximo coincidiendo con la muestra ‘La cocina de Picasso’

Dicen los que saben que a Picasso le encantaba también el pescado, y por ello Marc Gascons incluyó en la cena un lenguadito frito que quitaba el hipo inspirándose en una foto muy divertida que le hizo Douglas Duncan en 1957, un retrato donde el artista aparece chupando una raspa de pescado, feliz como quien toca la armónica. Desde luego, el pescaíto frito debía de ser dogma en la mesa del niño Picasso, siendo su madre malagueña y, por más señas, del barrio de El Perchel.

Cuentan, por cierto, que durante aquella larga estancia barcelonesa, el pintor quiso presentarle a doña María a su novia ucraniana y, al parecer, la mujer soltó: “¡Pobre muchacha! No sabes dónde te metes”. Tal vez la madre, como todas las madres, intuía la inmensa soledad del genio convertido en minotauro.