Nuevas medidas para impulsar un sector en crisis
Barcelona plantea eliminar suplementos del taxi y crear una tarifa fija al aeropuerto
El taxi del área metropolitana de Barcelona no puede quedarse al margen de la crisis porque la padece tanto o más que cualquier otro colectivo profesional. Necesita volver a ser un producto atractivo, que la gente no lo perciba como un bien de lujo. El aumento del transporte público, con el billete sencillo escalando hasta los dos euros, le ha dado un empujoncito, pero todavía debe dar un paso más. En ello están los nuevos gestores del gremio, que planean, entre otras medidas, eliminar suplementos históricos como las maletas, la carrera nocturna o la salida de Sants para atraer a nuevos clientes. También está en cartera crear una tarifa fija para el aeropuerto de El Prat, propuestas que, si no hay contraorden, no verán la luz hasta la negociación de las tarifas del año que viene.
Coger un taxi en la estación de Sants supone un suplemento de 2,10 euros. ¿Qué hacen muchos que conocen esta situación? Andar hasta la calle de Tarragona, a escasos 100 metros, levantar la mano, esperar a que pase uno con el verde encendido y ahorrarse ese dinero que hoy en día viene muy bien para otros menesteres. ¿Y la maleta? ¿Para qué está el maletero sino para cargar equipaje? ¿O el horario nocturno? ¿Por qué va a ser más caro? Todas estas preguntas, en un contexto de estrechez económica, han llevado a Eduard Freixedes (CiU), concejal de Movilidad y presidente del Instituto Metropolitano del Taxi (IMT), a reflexionar. La conclusión, dice, es que son pagos «pensados en una época de bonanza que ahora se ha demostrado que son una mala idea».
MÁS BARATO, MÁS CLIENTES / Se trata, sostiene el edil, de suplementos que no generan «ninguna mejora, sino más bien todo lo contrario» porque generan un «efecto de rechazo en el usuario». Podría pensarse que apoyar una medida encaminada a hacer el taxi más barato es de locos, pero el objetivo último es que la demanda, aunque la carrera salga más económica, aumente considerablemente al producirse ese buscado cambio de mentalidad, la corriente de opinión de que el taxi tampoco es tan caro.
Fijar una tarifa para ir al aeropuerto persigue una doble finalidad. Por un lado, los que tengan que ir o salir de El Prat ya saben a qué montante atenerse. Así sucede en Nueva York, donde el viajero paga 50 dólares para llegar a cualquier punto de Manhattan. Pero quizás lo más importante es que se pondría fin a una de las trampas que más daño hace al sector y a la imagen de la propia ciudad.
Se trata de la histórica trampa de los hoteles. Funciona así: el botones llama a la emisora amiga; llega el taxi, que le paga una cantidad que puede llegar a los 10 euros; el chófer carga a los pasajeros; llega al aeropuerto, y, una vez allí, se saca de la manga un suplemento fantasma que cubre lo que él ha pagado al recepcionista. El visitante paga, porque tiene prisa por facturar. Se va cabreado con el taxista, y Barcelona siempre tiene la culpa.
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