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La Antártida de Barcelona

Un hombre coge un pez espada en el Mercado Central del Pescado de Mercabarna.

Un hombre coge un pez espada en el Mercado Central del Pescado de Mercabarna.

RAMÓN VENDRELL

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Ala salida corres el riesgo de parecerte al oficial Matute rodeado por Don Gato, Benito, Cucho, Demóstenes, Panza y Espanto. Vamos, que atufas a pescado y si te cruzas con gatos callejeros has hecho amigos indeseados seguro. Pero es un peaje razonable por visitar un lugar increíble. Al menos para ictiófagos y fans de la vida marina.

Cinco de la madrugada de ayer. En las calles de Mercabarna la temperatura es de 20 grados. En el interior del gigantesco Mercado Central del Pescado es de 17 grados. No hay refrigeración. Es el efecto del hielo utilizado para conservar el producto a la venta. En la nave hay tres fábricas de hielo en escamas (denominación muy apropiada). Solo una de ellas produce 15.000 kilos diarios. Para el uso de los mayoristas que venden y los minoristas y restauradores que compran. En invierno hace un frío que pela. En noches tropicales como las del pasado julio podrían alquilar hamacas.

Hay 80 puestos de 49 empresas. En el 2014 vendieron 72.000 toneladas de peces, crustáceos y moluscos. Sobre todo frescos pero también congelados. Entre el 60% y el 70% de todos los peces, crustáceos y moluscos que se comieron en Barcelona.

BCN de Peixos tiene piezas que quitan el hipo. Lubinas de cinco a diez kilos. Hoy proceden de Sant Carles de la Ràpita y de Vigo. Doradas de cinco kilos. De Tarifa. Meros de entre quince y treinta kilos. De las Azores y de Senegal. Caramba, estos monstruos no se ven en los mercados. «Es que van todos a los mejores restaurantes», dicen. La compra de los animales se hace directamente por teléfono en los puertos de origen de las capturas. «Esto es como la bolsa. Una locura durante todo el día para tener el mejor género». Con la agenda de BCN de Peixos se puede conseguir todo menos tal vez un calamar gigante. La estrella del puesto son unos chipirones del Mediterráneo que se venden a 48 euros el kilo. «Más IVA», puntualizan. Está claro que a un chiringuito playero no van a parar.

Bestias de Tarragona

En Hijos de Jaime Fabre Tersol tienen bestias que hacen replantearse la idea de que en el Mediterráneo pueden bañarse tranquilos incluso los traumatizados por Tiburón. Peces espada de 40 kilos pescados aquí al lado, en Tarragona. Y marrajos ya seccionados procedentes de las mismas aguas. La piel del marrajo es muy lisa si la acaricias hacia atrás y como papel de vidrio si lo haces hacia delante. Para deslizarse y morderte mejor.

La especialidad de Mapesca es el atún. En oferta, patudos (Thunnus obesus de nombre científico, también conocido como Big Eyes) de entre treinta y cien kilos. Capturados en el Cantábrico, si bien suelen venir de las islas Canarias.

El único atún rojo (Thunnus thynnus) que hay en el mercado es de granja.

Los transpalés son los amos del pasillo central y mejor no cruzarse en su camino. Pese a ser un día muy flojo (miércoles de agosto) el movimiento es considerable.

Indumentaria siberiana

Cosas que se aprenden en el Mercado Central del Pescado de Mercabarna: a distinguir un centollo de una centolla y que la hembra tiene más carne y el macho más sabor. O eso dicen.

El pescado que no se vende se devalúa pero no se tira . Se almacena según sus necesidades en dos grandes cámaras que están a entre dos y cuatro grados y a entre cero y dos grados. Nada comparado con los entre dieciocho y veinticuatro grados negativos de la descomunal sala donde los comerciantes guardan los congelados. Los operarios de los toros que elevan hasta a veinte metros las cajas van vestidos como si estuvieran en Siberia. Capas y capas de ropa, bufanda, gorro. Trabajan tres cuartos de hora y descansan un cuarto. Condiciones extremas.