El loro del siglo XXI

Los altavoces autoamplificados con conexión bluetooth empiezan a devolver la música a la calle

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RAMÓN VENDRELL / BARCELONA

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Vi por última vez un radiocasete en acción callejera el 4 de abril del 2004, domingo. Recuerdo la fecha porque fue una jornada importante para Barcelona, ja, ja, ja. Era el segundo día del fin de semana de puertas abiertas del Fòrum previo al estreno del Fòrum de les Cultures. El metro hacia la parada de Maresme-Fòrum iba lleno. Pero un grupo de chicas que no iban a la preinauguración del recinto sino a su barrio estaban a sus anchas. Con un loro en el que sonaban Los Chichos mantenían al resto del pasaje a distancia. Aunque a las cosas masivas y gratuitas no suele ir gente de la zona alta, el personal del vagón las miraba como si fueran antropófagas. Ya entonces componían las chicas una escena rara, un tenue eco de los tiempos salvajes de la ciudad.

No la misma escena pero sí una muy parecida ha empezado a verse en parques de la ciudad. Los altavoces autoamplificados y con conexión bluetooh con el móvil comienzan a devolver el consumo colectivo de música a la calle. Y lo que te rondaré moreno. Existen desde hace unos años pero ahora se encuentran a precios de risa en bazares y tiendas de telefonía baratas. Por siete euros y medio te llevas uno que ya te alegra la vida y por treinta uno que mete un ruidazo de aúpa. Incluso se ven ya como premio estrella en las tómbolas de las ferias. Son el loro del siglo XXI y tiene pinta de que van a reinar en las playas el próximo verano. 

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EL PODER

La adolescencia y la juventud de Marco Fonktana, colomense de 1976, giraron en torno a radiocasetes.

Primero en el parque. "El que tenía el loro tenía el poder. Lo mismo te chupabas a Los Chunguitos que a Europe", dice.

Y después en la cultura hip hop de los últimos años 80 y los 90, en la que el radiocasete lo era todo. "Las cintas eran el vehículo de transmisión de música y el loro era imprescindible para bailar breakdance en la calle, pero es que además lo llevábamos a todos lados. Incluso a hacer grafitis, ya ves. También había algo de marcar territorio y de autoafirmación", dice Fonktana, en tiempos B-boy (bailarín de breakdance) y todavía rapero, músico y productor, amén de uno de los organizadores de la emocionante exposición 'Break BCN' en la última edición del festival Say it Loud.

MONSTRUOS

Las marcas: Panasonic, Sony, Sanyo, Grundig, Philips. Los aparatos: normalmente customizados con tags (firmas; SKC era la de la Santa Coloma Crew) y pegatinas. Y si el artefacto era lo suficientemente impresionante, algunos se atrevían a llamarlo 'ghettoblaster', como en Estados Unidos. Aunque tener un monstruo como el de Radio Raheem en 'Haz lo que debas' era poco menos que imposible. 

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"El problema eran las pilas. Los potentes llevaban ocho y de las grandes. Nos pasábamos la vida haciendo colectas para comprar pilas", dice Fonktana.  

Con la llegada de la ruta del bakalao y los discotecones el radiocasete siguió siendo un elemento de socialización. Pero no el portátil sino el del coche. "La gente se montaba la fiesta en el aparcamiento de la discoteca. Puertas y maletero del carro abiertos y el loro a todo volumen".

GRACIAS INDIES

Después de muchos años de consumo solitario de música en la calle con auriculares, ahora la música vuelve a tener una dimensión social en la rue gracias a baratos altavoces autoamplificados etcétera. ¿Que no dan calidad de sonido? Petan fuerte, que es lo que les importa a los chavales.

Los grupos y sellos indies, mientras tanto, han empezado a editar casetes como gracia vintage. ¿Dónde los escucha su público? Y también como una gracia hay que entender la presencia de Los Chichos en el cartel del festival indie Primavera Sound. Una pandilla de adolescentes con uno de los citados ingenios en una plaza puede molestar, pero habla de vitalidad. Mientras que las bromas indies hablan de listillos aburridos.