ÚLTIMO DÍA DE VIDA DE UN EQUIPAMIENTO SINGULAR

Adiós Encants, hola Encants

Dos trabajadoras ultiman ayer los detalles del nuevo mercado, que abrirá al público el próximo miércoles.

Dos trabajadoras ultiman ayer los detalles del nuevo mercado, que abrirá al público el próximo miércoles.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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rosa López, conocida por casi todos en los Encants como la Rosita, es la segunda de cuatro generaciones en el destartalado mercado que esta tarde bajará las persianas por última vez en su ubicación actual para renacer el miércoles en sus novísimas instalaciones, a escasos 100 metros. Llegó a los Encants con 4 años, cuando su padre cogió un puesto de calzado. «Vivíamos en las barracas que había aquí detrás, en Senyoreta Florència. Y aquí se han criado mis hijas, y ahora trabaja también Xavi, mi nieto», explica Rosita, al frente del puesto de ropa del hogar Novedades Rosita. «Da mucha pena, claro. Es toda la vida. Si hubiéramos podido elegir nos hubiéramos quedado, pero es lo que toca. Hay que tomárselo bien y afrontarlo con ilusión», resumía Núria -hija de Rosita y madre de Xavi- el sentir compartido tanto por todos los miembros de su familia como por la mayoría de los comerciantes.

La sensación no es para menos. La lista de anécdotas vividas en esa plaza es interminable. «Aquí conocí a Salvador Dalí. Cuando era pequeña, había un hombre al que llamaban Pintorofio con un bigote así para arriba que era amigo de Dalí, y a veces venía a verle. Su hijo aún tiene un puesto, lo reabrirá el miércoles en el mercado nuevo. Es fácil de encontrar. Se llama Pintoforio, como se conocía a su padre», prosigue sonriente Rosita, pese a la tristeza de dejar atrás tantos años, con ilusión por que los nuevos Encants funcionen «al menos tan bien como los viejos».

Ayer, viernes, fue la última subasta. A las siete de la mañana, como todos los días, pero en el aire se respiraba algo distinto. «Había mucha gente haciendo fotos, emocionados. Ha habido quien ha llorado», explicaba Juan José Mata, dueño de Calzados Kan Koke, trabajador del mercado desde que tenía 16 años, hace ahora 24. «Yo prácticamente nací aquí. Este puesto era de mis padres y cuando se jubilaron me lo quedé yo», explica Mata quien, como casi todos, vive el traslado «con muchos dolores de cabeza y mucho trabajo» y se muestra «ilusionado y triste a la vez». «Dejas un sitio que sabes que más o menos funciona y te vas a lo desconocido, y los cambios siempre son difíciles», apunta el zapatero, opinión compartida por casi todos sus iguales.

ATAÚD METAFÓRICO / Quizá como una suerte de guiño del destino, metáfora del entierro del histórico lugar, entre el género de esa última subasta destacaba un ataúd. «El muerto se ha ido, decía que aquí hacía demasiado calor», bromeaba con una clienta el ganador de la subasta. Pese al sentimiento de fin de ciclo generalizado tanto entre los comerciantes como entre los clientes habituales, en los Encants ayer también se respiraba un sentimiento de piña, de «saldremos de esta, hay que mirar hacia adelante». «Aquí no se va a perder ninguna esencia. La esencia de los Encants no es el edificio sino la gente que vende y la que compra, y el género. Y esas tres cosas volverán a estar aquí al lado el miércoles», sentenciaba Francisco, al frente de un puesto de productos de segunda mano, y  en el mercado desde niño.

El género del que tanto hablan los comerciantes merece un párrafo aparte. Los Encants son hasta hoy -habrá que esperar al miércoles para ver cómo renacen- uno de los pocos lugares de Barcelona en los que uno puede encontrar desde una muñeca Barby churretosa y sin cabeza hasta la foto original de la boda de dos desconocidos o una filmografía de porno en VHS de miedo. Puestos de libros de viejo donde conviven las obras de Julio Cortázar con las de Coto Matamoros. Un lugar donde uno puede ver a jóvenes deshaciéndose de colgantes de oro de dudosa procedencia; a hombres que venden cascos y gorras del ejército nazi y hipsters en busca de discos que jamás se grabaron.

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