Aniversario de una institución cultural

Casa Amèrica festeja 100 años de nexos culturales

La entidad fue fundada en 1911 por nostálgicos indianos barceloneses

El alcalde Pasqual Maragall cuando puso, en 1985, la primera piedra de un monumento al cantante Carlos Gardel.

El alcalde Pasqual Maragall cuando puso, en 1985, la primera piedra de un monumento al cantante Carlos Gardel.

CRISTINA SAVALL
BARCELONA

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Casa Amèrica Catalunya se fundó el 10 de marzo de 1911, tiempo de nostalgia para los indianos procedentes de la alta burguesía barcelonesa. Tras la pérdida en 1898 de las colonias de Cuba y de Puerto Rico, la añoranza de esos días de aventuras y de riquezas propició el nacimiento de esta entidad «decidida a sellar la fraternidad trasatlántica», como consta en el acta inaugural.

A principios del siglo XX, la industria catalana era poderosa, pero precisaba de las materias primas que provenían de América Latina. Había gran flujo de barcos mercantes que iban y venían de Barcelona a Buenos Aires o Montevideo con las bodegas repletas de azúcar, de tabaco, trigo, y del preciado algodón que alimentaba a las fábricas textiles.

Su primera sede fue una mansión del pasaje de Méndez Vigo. Le siguieron ocho emplazamientos y cuatro cambios de nombre. Francesc Cambó, político y presidente de la compañía Hispano Americana de Electricidad, era el mecenas, y su amigo Rafael Vehils, el director. Entre sus fundadores destaca Antonio López, marqués de Comillas, que estuvo implicado en la trata de esclavos.

En 1916 contaba con 500 socios y varias empresas afines, como la editorial Gustavo Gili, la Banca Marsans, el Banco Hispano Americano, el Banco Urquijo, la Compañía General de Tabacos de Filipinas, la Seda de Barcelona, Ford Motor Ibérica y el Hotel Ritz. Durante la primera guerra mundial, subsistió gracias a las subvenciones públicas.

La sociedad tuvo influyentes delegados en cada país latinoamericano, que ayudaban a los catalanes emprendedores que querían establacerse allí. Santiago Rusiñol fue su embajador en Argentina. Casa Amèrica Catalunya ha editado Del Born al Plata, un cuaderno repleto de anécdotas, crónicas y cartas. En el capítulo de su primera travesía por mar abierto, Rusiñol se preguntaba si los negritos que esperaba ver serían de verdad. «De esos que no se destiñen». También se planteaba si es cierto que los loros pueden conversar y si los mosquitos son como mariposas.

Con motivo de la Exposición Internacional de Barcelona, la asociación quería inaugurar en 1929 un museo donde se exhibieran los productos naturales de América Latina. No consiguió los permisos de aduana, y tuvo que tirar a las aguas del puerto gran cantidad de árboles y productos alimenticios para evitar que transmitieran enfermedades por si llevaban larvas de mosquitos.

En los años 30, Cambó planificó un edificio impresionante para Casa Amèrica, donde hoy se encuentra el palacio de la Capitanía General, en el paseo de Colom. Pero la guerra civil cortó de cuajo la expansión.

EN BUSCA DE SEDE // La sede actual en la calle de Còrsega apenas puede dar cabida a su intensa actividad. Busca nuevo alojamiento tras romperse las negociaciones con La Caixa, propietaria del abandonado palacio Macaya del paseo de Sant Joan. En el despacho de Antoni Traveria, director de Casa Amèrica, destaca un pergamino con las firmas de los 21 cónsules latinoamericanos que en 1936 vivían en Barcelona. Pedían que se protegiera el valioso archivo de la entidad de los bombardeos que atacaban a la población civil.

En 1947, Manuel Fraga Iribarne decidió castellanizar el nombre, que pasó a ser Delegación en Barcelona del Instituto de Estudios Hispánicos, del que entonces Fraga era secretario general. Empezaba una época de bailes folclóricos. Narcís de Carreras, que fue presidente del Barça y autor de la célebre fraseSom més que un club, también dirigió la entidad. «Otros prohombres fundamentales fueron Miquel Torres y Gustavo Gili. Ellos hicieron que la casa siguiera viva a pesar del franquismo», asegura con orgullo Antoni Traveria.