Suárez, el 9 es un tesoro

El delantero del Barça, que volvió a ser decisivo, es el Pichichi de la Liga con 19 tantos

Suárez y Messi festejan el 2-1 del uruguayo al Atlético en el Camp Nou.

Suárez y Messi festejan el 2-1 del uruguayo al Atlético en el Camp Nou. / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Con el 10 la vida es mucho más fácil. Y con el 11, también. Pero entre medio anda siempre, a veces agazapado por la dimensión de Messi y el fútbol emergente de Neymar, un delantero de otro siglo. Un nueve que no tenía el Barça desde hace muchos años. Quizá desde la época de Etoo. Pero Luis Suárez no solo ha conectado de maravilla con Leo y con Ney –es el pegamento que los fusiona en el vestuario– sino que, además, tiene vida propia. Capaz de ganarse el jornal en partidos insípidos o tardes soleadas donde anda la Liga en juego. No conoce a nadie cuando juega. Y si delante suyo tiene a dos uruguayos (Godin, un experto central que se sabe de memoria el oficio, o Gimenez, un joven que promete mucho), es cuando se descubre el valor de tener un nueve de verdad. Un nueve que es, en realidad, todo un tesoro, con tanto valor que emerge en medio del dueño de los 5 Balones de Oro, el 10 del Barça y de Argentina que pertenece ya al panteón de los elegidos,  y del joven, el 10 de Brasil, que está destinado a sucederle. Aún no.

VENENOSO

Todo lo que hizo Suárez tuvo un sentido venenoso, letal para el Atlético, al que desconectó con dos acciones impresionantes. El gol, por supuesto. Un gol que ya tenía en el catálogo, pero que nadie ha sabido encontrarle antídoto. Cuando el Barça dominaba en el tramo final de la primera mitad, Suárez atacó el espacio entre Giménez y Filipe Luis como si le fuera la vida en ello. Y le iba. Alves, un socio que tenía a larga distancia, entendió el mensaje que le lanzó el delantero uruguayo. No es la primera vez ni tampoco será la última que establecen contactos futbolísticos ambos jugadores. El lateral levantó la cabeza y descubrió que el delantero le había enseñado el camino sin necesidad siquiera de hablar. Es un gol que ya marcaron al Madrid.

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 Los rojiblancos atacaron la indolencia del central joven y prometedor Giménez como si fuera culpa suya. En absoluto. A Pepe, sí a Pepe, y a Sergio Ramos, sí a Sergio Ramos, les ocurrio lo mismo la pasada temporada. Y, además, en la misma portería: el gol sur del Camp Nou. Entonces, control y gol, desquiciando a un abatido Casillas. Ayer, en cambio, conquistó el espacio necesario con su cuerpo ganando los metros para llegar al área pequeña y colarle el balón entre las piernas a Oblak, el portero menos batido de la Liga. «Sabe ganar muy bien el espacio. Es un 9 de área, muy potente, que enriquece mucho más el juego del Barça», ha dicho admirado Simeone, el técnico del Atlético de Madrid, quien ya había advertido antes del encuentro que el uruguayo era quien «potenciaba el sistema de ataque». No se equivocó en nada. En el gol al Atlético no necesitó ni controlar la pelota porque el verdadero control lo realizaba con el cuerpo. Simeone, desesperado; Luis Enrique, enloquecido. ¿Y él? Arrodillándose ante el Camp Nou como hizo la noche del clásico con el Madrid 

31 GOLES EN 32 PARTIDOS

Tipo de costumbres es Luis Suárez. Fiable (tres remates, dos a puerta, un gol), es el Pichichi del campeonato (19 tantos en 21 encuentros), además de firmar una racha casi perfecta esta temporada: 31 goles en 32. Pero el verdadero tesoro no radica en esa descomunal aportación ofensiva sino en asuntos que no llenan portadas. Sufría el Barça al inicio de la segunda parte, Suárez peleó un balón en dirección al banderín de córner alterando a Godín, un defensa que maneja todos los códigos. Pero no supo descifrar a su compatriota. Cuando se dio cuenta, estaba expulsado, caminando deprimido al vestuario. Luis le había ganado de nuevo. «Ya era muy completo en el Liverpool, aquí lo sigue siendo y mejorado. Nos da muchísimas cosas y todas positivas», ha sentenciado Luis Enrique.