La gala del Balón de Oro

Premià, donde empezó todo

Guardiola se corona en Zúrich cuatro años y medio después de una excepcional trayectoria que inició en Tercera con el Barça B

MARCOS LÓPEZ
ZÚRICH ENVIADO ESPECIAL

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El vestuario es diminuto. Oscuro, angosto diríase, con bancos de madera desordenados. Una pizarra, ya gastada por el paso del tiempo, todavía cuelga junto al lavabo y un espejo. Ahí, en ese recinto de Premià, inició Pep Guardiola su carrera de entrenador. Hace cuatro años y medio. Con un 0-0. Aquel 2 de septiembre del 2007, en un anónimo campo de Tercera División, emprendió una ruta que le llevó anoche a desfilar por la alfombra roja de Zúrich, convertido en el mejor entrenador del mundo. Sin discusión alguna, superando a leyendas vivientes como Sir Alex Ferguson y técnicos de renombre como José Mourinho.

Guardiola iba aquel domingo caluroso de septiembre con tejanos y ese ya habitual par de botellas de agua, caminando con paso firme hacia ese banquillo de madera que se habilitó junto al foso donde se solían sentar los entrenadores en el campo de Premià. Seguro que le sudaban las manos, un signo de nerviosismo característicamenteguardioliano. Seis filas más arriba estaba su familia. Cristina, su mujer, María y Marius, sus hijos. Aún no había nacido Valentina. En la grada estaban amigos íntimos (Evarist Murtra era directivo), amigos deldream team(Sergi, Busquets padre) y amigos que, de foma circunstancial, eran jefes (Txiki Begiristain ejercía entonces de secretario técnico), escoltando al presidente Joan Laporta, arropado por Albert Perrín (responsable del fútbol base) y Rafael Yuste, además de José Ramón Alexanko (director del fútbol base), Quique Costas y Joan Barbarà (exentrenadores del filial).

Abajo, Guardiola, un par de botellas de agua y Tito Vilanova a su derecha, mientras Aureli Altimira, el preparador físico, estaba sentado en ese mismo banco de madera. No usó libreta -Titó sí, pero de forma discreta- ni gritó a lo loco, aunque se quedara, de nuevo, sin mucha voz por la energía gastada en su primer partido. Había mucha gente en la grada (2.000 personas), un palco lleno y un equipo de niños, reclutados de diversos lugares tanto de la cantera como de otros puntos de España, para ascender a Segunda B. Hasta en los balcones de los pisos de enfrente se asomaba la gente de Premià para ver el debut de un símbolo que volvía al Bar-

ça tras haber salido como jugador siete años atrás en circunstancias poco agradables.

Volvió al fútbol, y en Tercera División, para trazar una ruta que le guió al corazón de Europa arropado por los amigos de siempre (Tito, Altimira, Torrent, Planchart, Txiki, Laporta, Perrín...,) y el 4-3-3 que usó en Premià como fanática bandera.

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