la reflexión sobre el estilo del barça

Poner la mano en el fuego (3)

Martino y Rosell se saludan después de un acto, el pasado mes de octubre.

Martino y Rosell se saludan después de un acto, el pasado mes de octubre.

DAVID TORRAS

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Dos años después, y por tercera vez, es tiempo de recuperar uno de los mensajes que lanzó Pep Guardiola, y que en cualquier otro club, agradecido con sus símbolos y sin la identidad cainita de este, merecería el respeto que aquí no todo el mundo le da.

«Esto no será eterno. Tarde o temprano dejaremos de ganar y entonces hemos de ver si tenemos realmente fe en esta forma de ser y de jugar. Y no pongo la mano en el fuego, lo he de ver. Si el club es firme en las convicciones, siempre saldrá adelante, pero lo hemos de ver porque en los momentos malos se tambalean las ideas». El Barça que se hizo eterno con las seis copas ha ido muriéndose poco a poco mientras algunos solo estaban pendientes de repartir etiquetas entre los buenos culés y los nostálgicos, herederos de un nuñismo que ha renacido al tiempo que el club se ha ido alejando de Cruyff y de Guardiola.  Ya ha dejado de ganar. Y hoy es difícil poner la mano en el fuego por un club al que el equipo ha sostenido con un discurso admirable: el balón. Ahora que se ha hecho el silencio en el campo, el club aparece más frágil que nunca, empequeñecido por una obra de gobierno que ha mirado más al pasado (con rencor) que al futuro (con ilusión). La convicción solo se ha ejercido al pasar factura, aunque incluso en eso se ha actuado con medias verdades, retratadas en el perverso voto en blanco, y que han ido salpicando la mayoría de las decisiones importantes.

Aquel primer paso ha sido el símbolo de una manera de hacer que ha acabado devorando a sus responsables, el primero de todos Rosell que, en medio de la crisis, ha desaparecido sin decir ni mu. Otra vez, ni sí, ni no. En blanco. La convicción la ejercen ahora algunos que se sienten desautorizados, como Toni Freixa, enfrentado a Jordi Cardoner y caído en desgracia, y que, igual que Javier Faus, no acudieron a la comida oficial con Florentino para evitarse la comedia, cuando en otras épocas hubo motivos más graves para esa renuncia y todos corrían a acompañar a Rosell en sus abrazos a quien trataba como un ser superior. O el propio Bartomeu, en su esfuerzo de rebajar las tensiones que se arrastran de años y años de desencuentros, conspiraciones y guerras de trincheras, y que algunos de sus excompañeros cargan en la mochila de quien ya no está. Pero esa buena voluntad llega cuando hay más frentes abiertos y se ha quedado sin el escudo del equipo. Así que, frente a la determinación y el liderazgo que exige la situación, nada refleja mejor la vulnerabilidad del club que ponerse al amparo del discurso de la mano negra como explicación de todos sus males.

En la derrota, una parte del Barça ha retrocedido en el tiempo y ha recuperado tics de toda la vida. Hay quien, después de pasarse la temporada criticando a los críticos, ridiculizando debates como el de la posesión (que no era más que un símbolo del extravío futbolístico que ha acabado explotando), ha corrido a ponerse en primera fila para disparar a Martino, ya sea por la conveniencia del negocio o para no alzar el punto de mira. Y a Messi, que no es el que era y habría que preguntarse por qué y rescatar otro mensaje de Guardiola (2011) que cobra  más valor que nunca. «Si Messi no juega bien es porque hay alguna cosa de su entorno que no funciona. Messi es único, irrepetible. Tenemos que esperar que no se aburra y que el club le proporcione los jugadores apropiados para que siga sintiéndose cómodo porque cuando está cómodo no falla nunca».

Quizá Leo se ha aburrido, o anda en un territorio inescrutable, imposible de descifrar, como tantos gestos suyos, pero no parece que el club haya actuado con la inteligencia emocional que exige alguien como él. «Ese señor», en el lenguaje empresarial que tanto se impone en esta junta, solo ha alzado una vez la voz desde los 13 años y ha sido para señalar a quienes tal vez son una de las razones de su desconexión. «El señor Faus es una persona que no sabe nada de fútbol y quiere manejar el Bar-

ça como si fuera una empresa y no lo es», dijo, y casualidad o no, ha sido él quien se ha ido alejando del juego. Leo no está libre de crítica, pero es curioso que algunos de los que más le señalan son los que han aplaudido todas las actuaciones de la directiva, ya sea Catar, la Grada Jove, las «avalanchas de niños», el contrato de Neymar o el referendo del Camp Nou.

Son los mismos que llevan dos años mimizando la figura de Guardiola, entre constantes comparaciones malsanas con Tito y hasta con Tata, fieles al comentario que tantas veces se ha escuchado en la zona alta y por el que sí ponían la mano en el fuego: «A este equipo lo entrena cualquiera». Pues se han quemado. Y mucho. Igual todo es obra de la mano negra.