La 13ª Liga ACB del Barça

Pleno de campeón

El Regal Barça levanta la Liga en Bilbao sin perder un partido en el 'play-off' y firma un triplete con la Copa y la Supercopa

Navarro y Grimau, con sus compañeros detrás, levantan el trofeo, ayer en Bilbao.

Navarro y Grimau, con sus compañeros detrás, levantan el trofeo, ayer en Bilbao.

LUIS MENDIOLA
BILBAO

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Tenían una espina clavada desde hace un año con la Liga. Y los jugadores de Xavi Pascual, como si quisieran ser fieles a lo que dijo en su día Pep Guardiola sobre el equipo de fútbol, no fallan. Ayer, a la primera oportunidad, sentenciaron el título de la Liga en Bilbao con un triunfo incontestable (55-64) con el que firmaron el definitivo 3-0 y se convirtieron en el primer equipo de la ACB en ganar los tres títulos en juego de la temporada (Liga, Copa, Supercopa).

Fue un triunfo basado en el esfuerzo, en el sacrificio, dos virtudes que han caracterizado al equipo de Pascual en la temporada, ayer representadas mejor que nadie en un inmenso Sada (6 puntos, 8 rebotes, 4 asistencias). Pero también fue el triunfo del talento, que acabó apareciendo en las manos de Navarro, 16 puntos, elegido MVP de la final, de Lorbek y Anderson, los tres jugadores que despejaron el camino en un pulso de mucha tensión, de nervios, de pasión en las gradas y que coronó al Barça como el quinto campeón que no cede ni una sola derrota en la historia de losplay-off.

Le costó, en cualquier caso, al Regal Barça arrancar en el partido. Casi no se le vio en todo el primer cuarto, que el equipo bilbaíno dominó a placer, dejando al azulgrana en 12 puntos, su segunda anotación más baja en un periodo de la final. Mucho más intenso y ambicioso, el equipo de Katsikaris controló en defensa, se movió con soltura en ataque y actuó también con mucha más cabeza, sin perder balones, uno de sus mayores lastres frente a los barcelonistas.

MUMBRÚ, INSPIRADO / De la mano de un inspirado Mumbrú, autor de 9 de los 13 primeros puntos de su equipo, el Bilbao Basket encendió la cancha vasca, una caja de resonancia con los decibelios disparados. Fueron las personales las que desactivaron a Mumbrú, porque ni Anderson ni Grimau encontraron el antídoto. Pero en cuanto se fue al banquillo, y Katsikaris inició las rotaciones, incluido el exverdinegro Sonseca, hasta ahora inédito en la final, empezaron a aparecer las diferencias que separan a uno y otro equipo.

El Barça recuperó el semblante, se soltó un poco más en ataque, y se endureció cerca de su aro. En cambio, la imagen del Bilbao fue palideciendo, porque nadie fue capaz de seguir los pasos de Mumbrú, ni Jackson, en quien tanta fe tiene Katsikaris, ni tampoco Blums ni Fisher. De nuevo, la defensa del Barça se erigió en el mejor recurso en un primer tiempo negado en la media distancia (1 de 11 triples).

EL ACIERTO DE NDONG /Así que Pascual buscó el atajo hacia el aro con los balones interiores que Ndong supo rentabilizar mejor que nadie, demostrando el excelente momento en el que ha llegado a estosplay-off. La aportación del pívot senegalés (siete puntos casi consecutivos en el segundo cuarto) fue la que provocó la transformación más poderosa, la que permitió al Barça irse al descanso con una mínima ventaja (29-30).

Apareció mucho más convincente el equipo de Pascual tras el descanso. Con las ideas más claras. Y también con más concentración y en apenas tres minutos, en los que firmó un parcial de 4-11 con tres triples consecutivos (dos de ellos de Navarro), dio la impresión también de que iba decididamente a por el partido, llevando sus ventajas hasta los ocho puntos (33-41). Pero esa actitud colectiva, mucho más agresiva, desapareció ante unos minutos de inspiración de Jackson, que explotó en tres acciones individuales con las que el Bilbao firmó un parcial de 6-0 y volvió a meterse en el choque (39-41).

El base no solo le dio el aire ofensivo que necesitaba a su equipo sino que volvió a darle confianza a sus compañeros para que aguantaran un nuevo tirón azulgrana (41-48) e incluso para que recuperaran el dominio en el marcador (51-50, m. 32). Pero fue un dominio fugaz, porque conforme se descontaban los minutos y cada acción elevaba la tensión en los protagonistas, las manos de los jugadores del Bilbao fueron encogiéndose. Y, en cambio, los azulgranas fueron agrandándose hasta cerrar la deuda que tenían.