Messi total

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Salió Messi enfurecido de Manchester, dolido por haber fallado un doble penalti en el último instante (el primero se lo paró Hart; el segundo lo envió fuera con un desviado cabezazo), sin reparar en ese momento que dejó una obra maestra. Una obra tan singular y diferente que proyectó la imagen de un Messi total, jugador capaz de influir en el partido desde cualquier rincón del campo. Por alejado que esté ahora de su antiguo rol de falso nueve, ubicado en la banda derecha. Se vistió en muchos momentos de Maradona -el Barça vivió de la luz que irradió-, pareció Xavi organizando el juego (91% de acierto en el pase) e incluso robó más balones (9) que Alba (7), Busquets (7) y hasta Mascherano (5).

Messi, por supuesto, nunca dejó de ser Messi: 10 regates buenos de 13 intentos (76% de acierto), aunque él no olvidará que Hart, que tenía un estudio minucioso de su manera de lanzar penaltis, interpretó bien que lo tiraría a su rincón de seguridad: a la izquierda del portero. Ahí quedó frustrado el 10 tras completar una primera parte increíble en la que no tuvo necesidad, curiosamente, de tirar a puerta. Pareció Maradona (en Madrid le compararon incluso con Di Stefano) por su capacidad para guiar al Barça, convertido en interior, extremo y hasta en medio centro, jugando en ocasiones en paralelo a Busquets, desnudando al City con su extraordinaria visión panorámica.

OMNIPRESENTE

 Cuando dejó de ser Maradona, pasó a ser Xavi e Iniesta, al mismo tiempo, para atraer defensas, como demostró en el 0-2, antes de generar el espacio para Alba, prólogo al remate certero de Suárez. Iba Leo, viniendo como un tornado, desde la banda derecha al centro, atrayendo rivales (hasta cinco jugadores del City fueron infructuosamente en su búsqueda), antes de que el lateral zurdo conectara con el nueve.

Intervino Messi 114 veces en el partido, tan solo superado por Iniesta (117), otro de los pilares del gran Barça europeo, además de desplegarse con astucia por el Etihad Stadium generando momentos sublimes. Un caño a Silva en la frontal del área de Ter Stegen, el control delicado, cayendo el balón de la noche inglesa, con tal sutileza que miles de ingleses pronunciaron un inacabable «¡ohhh!» de admiración, esos descomunales pases curvados que vuelan hasta caer en las botas de Neymar desnucando a los centrales...

129 SEGUNDOS, 51 PASES SEGUIDOS

El City quiso atraparlo, pero no pudo. Clichy, el lateral zurdo convertido en un muñeco lento, no pudo nunca frenarlo. Tampoco Kompany y De Michelis, centrales expertos que dicen conocer bien su oficio, supieron capturarle, siendo fichas terrenales a su paso. Cuando llegaban al encuentro de Messi, ya no estaba. Ni faltas le pudieron hacer. Solo dos recibió en 90 minutos. No marcó, ni siquiera de penalti, ni dio ninguna asistencia, a pesar de que en el 0-1 el centro llevaba su firma tras el error de Kompany facilitando el rápido y letal remate con la pierna izquierda de Suárez. En esa rapidísima metamorfosis táctica que está viviendo el 10 esta temporada, Europa asistió a una película inédita.

Con el Barça firmando una primera parte de extraterrestre -protagonizó un rondo gigantesco que duró 129 segundos, con 51 pases consecutivos en el que intervinieron los 10 jugadores de campo, todos excepto el meta Ter Stegen-, Messi regresó enfadado a casa.

Esa fría noche invernal inglesa devolvió, sobre todo en los primeros 45 minutos, la vieja imagen de Di Stéfano, aquel jugador que hacía de todo en los 50 y 60, o de Maradona fundidos bajo la zamarra del 10. Un Messi total, universal. Humano hasta en el doble error con Hart. Un penalti lo puede fallar cualquiera. Pero jugar como hizo Messi, nadie.