LA SITUACIÓN AZULGRANA

Un año tarde y pagando el doble

DAVID TORRAS

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Si Jérémy Mathieu es el central que el Barça necesita, llega un año tarde y por el doble de lo que costaba. Sorprende que el club cierre una operación que entonces se descartó cuando las condiciones económicas eran mucho más favorables y las necesidades del equipo eran las mismas. La justificación de que Martino desaconsejó el fichaje porque ya se daba por servido con lo que tenía, es la misma ahora pero en sentido contrario. Mathieu sería una petición de Luis Enrique, aunque no tan imprescindible como la de Luis Suarez. Es decir que entre las opciones que maneja el club el defensa francés es uno de los que mejor se adapta al perfil que quiere el técnico. Pero no es el único. Suárez, sí.

Así que no sería el mismo caso que el último central que llegó al Camp Nou, Chigrinskiy, una exigencia obsesiva de Guardiola que le supuso unas cuantas discusiones con Txiki Begiristain y que costó 25 millones de euros. Tenía 22 años, no los casi 31 de Mathieu, y se marchó precipitadamente para disgusto de Pep dejando una doble sensación. Muchos, la mayoría, le despidieron encantados, convencidos de que era un desastre, una guardiolada. Otros, los menos, se quedaron con la duda de saber si con más tiempo habría acabado imponiéndose a la exigencia del Camp Nou. Al final, lo que se impuso fue el criterio de la directiva de venderle (15 millones) con la excusa de que no había dinero para pagar los sueldos de los empleados. Ya se sabe que entonces el club estaba en la bancarrota. Hoy, gracias a la austera gestión que simbolizan las fotocopias en blanco y negro (bueno, y también la ayuda de Catar),  es capaz de gastarse casi 200 millones en solo dos jugadores (Neymar y Súarez), y poner en marcha un proyecto de reforma del Camp Nou de 600 millones. Un milagro.

Mathieu no parece un mal refuerzo, aunque esté muy lejos del perfil ideal con el que comenzó esta larga búsqueda y que siempre conducía al mismo nombre: Thiago Silva. Hace dos años se negoció con el Milan, que en el 2008 pagó algo menos de 10 millones por él (una gestión que en el Barça parece imposible) , pero no hubo manera de llegar a un acuerdo tanto por el traspaso como por la ficha y acabó en el PSG por 42 millones. Unas dificultades económicas que no han aparecido ni con Neymar ni con Suárez, y que cuestionan la idea de que los fichajes respondan a las necesidades reales del equipo y sean el resultado de una meticulosa planificación de la dirección deportiva.

Hace justo un año, Mathieu estuvo esperando al Barça y paralizó su renovación con la que el Valencia le presionaba para aumentar la cláusula de rescisión. De venir al Camp Nou por ocho millones de euros pasó a ampliar y mejorar su contrato, doblar la claúsula y tatuarse un murciélago y el número 22 en el gemelo izquierdo como muestra de compromiso. Está claro que lo que menos imaginaba es que un año después de haberle descartado el Barça volvería a por él y, que de la visita al tatuador pasaría a declararse casi en rebeldía para que le dejaran marchar. Y todo en medio de una negociación radiada, muy lejos de esa confidencialidad que se utiliza ante el juez para justificar que nadie sabía nada del contrato de Neymar, ni de la letra grande ni de la pequeña, y frente a un Valencia que se ha dado el gustazo de chulear en voz alta al Barça.

Un desgaste excesivo e innecesario, con Zubizarreta en primer plano, para acabar pagando el precio de salida, y que en el fondo afecta injustamente al jugador. No es cuestión de pregonar como tantas veces el sacrificio económico que ha hecho Mathieu (ya se lo cobrará con un contrato de cuatro años y otro opcional), simplemente se trata de valorarlo como futbolista y dar por bueno que con él la defensa ya es un poco mejor, aunque convendría que además de competir con Alba lo haga sobre todo con Piqué. Pero como diría Eugenio: «¿Que hay alguien más…?».