POLÉMICA DECISIÓN DE TRUMP

Los líderes árabes y musulmanes piden ayuda al Papa por Jerusalén

Francisco ha hablado con Abás, Erdogan, el rey Abdalá y el patriarca ortodoxo

El papa Francisco.

El papa Francisco. / AFP / VINCENZO PINTO

Rossend Domènech

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Numerosos gobernantes de países árabes así como líderes musulmanes, jefes de religiones cristianas aunque no católicas y las mismas autoridades palestinas observan, esperan y a su manera presionan al Papa en estas últimas semanas para que se enfrente a la decisión estadounidense de trasladar su embajada a Jerusalén.

El mismo día en que el presidente Donald Trump anunció su decisión, el presidente palestino, Mahmud Abás, fue uno de los primeros en llamar a Francisco. Dos días después también llamó al Papa el presidente turco, Recep Tayyp Erdogan, a pesar de estar molesto con el pontífice desde hace dos años (había incluso retirado su embajador ante la Santa Sede), porque Bergoglio había llamado “genocidio” a la matanza de más de un millón de armenios a manos de los turcos. Abdallah II, rey de Jordania, fue más directo y se fue a Roma a entrevistarse directamente con Francisco

Poco antes, el Patriarca griego ortodoxo, Teofilo, en representación de todos las iglesias cristianas presentes en Jerusalén, había visitó al Papa. Pretendía encontrarse también con Trump y Vladimir Putin, aunque consiguió sólo la segunda de las entrevistas. “Los cristianos son sacrificados sobre el altar de las políticas imperialistas”, ha denunciado Mitri Raheb, pastor protestante en Belén, acusando al vicepresidente de los EEUU, Mike Pence, de adorar “a un Dios guerrillero y no a un crucificado”.

Punto de referencia

La decisión de Trump reconoce de hecho la ciudad como “capital indivisible de Israel”, por lo que todos los protagonistas más directamente implicados en el cambio de ruta de los EEUU miran hacia Roma y al Papa como punto de referencia por encima de todas las partes y con “poder”, más moral que político para intervenir en la cuestión. 

Desde la ONU hasta el pequeño Estado pontificio, pasando por numerosos países de Oriente Próximo consideran que se trata de una decisión unilateral que echa por los suelos años, incluso siglos, de la política internacional y vaticana, que consideran Jerusalén como un 'unicum'. Es decir, una urbe indivisible gracias al valor simbólico que tiene para las tres religiones monoteistas (musulmanes, judíos, cristianos).

Una decisión, la de Trump, que contradice también a Theodor Herzl, considerado padre del sionismo y mentor teórico del Estado de Israel (nacido en 1948), quien dijo que “Jerusalén será una zona extraterritorial, para que no permetezca a nadie si no a todos, de tal manera que el Lugar Santo será propiedad común de todos los creyentes”. Ya en 1949, un año después de la fundación de Israel, Harry Truman, predecesor de Trump, había escrito al potente cardenal estadounidense, Francis Spelmann, que “los EEUU apoyan de manera firme la internacionalización de Jerusalén y no tienen intención de reconocer la soberanía de ningún Estado sobre la ciudad”. 

Contundente comunicado

Tras la decisión de los EEUU, la delegación de la Santa Sede en la ONU emitió un comunicado en el que recordaba “la obligación de todas las Naciones a respetar el histórico status de la Ciudad Santa, en conformidad con la relativas Resoluciones de la ONU”. 

Ya en agosto pasado, probablemente conociendo lo que estaba preparando Trump, el Secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, había subrayado que seguía siendo actual la conocida y antigua propuesta vaticana de dotar a Jerusalén de un “estatuto garantizado internacionalmente”, con libre acceso a los Santos Lugares. “No existen alternativas para resolver los problemas y tensiones sobre Jerusalén”, dijo.

“La cuestión de Jerusalén no puede ser reducida simplemente a una disputa territorial o de soberanía política, porque Jerusalén es un ‘unicum’, patrimonio del mundo entero y con una vocación universal que habla a miles de millones de personas, sean creyentes o no”, ha dicho Pierbattista Pizziballa, administrador apostólico del Patriarcado latino de Jerusalén (vinculado a Roma). 

Con la caída del Imperio Otomano, Gran Bretaña, Francia y Rusia se repartieron las regiones en zonas de influencia, acuerdo que se conoce como Sikes-Pikot, el cual había previsto una “brown area” (zona oscura) para Jerusalén, Belén y Nazaret, bajo tutela de una administración internacional. 

'Corpus separatum'

En 1947 la ONU (Resolución 181) disponía la división de Palestina en dos Estados y un 'corpus separatum' para Jerusalén, lo que el Vaticano ha siempre llamado “estatuto especial internacional”. Sin embargo, en 1980 el Parlamento israelí declaró Jerusalén como “capital eterna e indivisible”, reivindicando competencias exclusivas, reconocimiento que los EEUU habían ido postergando hasta hoy. 

El Vaticano firmó un acuerdo de reconocimiento recíproco con Israel en 1993, pero los protocolos de actuación no han sido nunca ultimados desde entonces, precisamente porque el primero está allí desde mucho antes de que existiera Israel y con los siglos ha sumado iniciativas sociales y titulos propiedad, todo ello reconocido por los distintos ocupantes de la región, difíciles ahora de resolver con las leyes actuales de Israel. 

Con los palestinos, el Vaticano firmó un acuerdo en el 2015, tras otro general de 2000, y otro anterior de 1994, acuerdo que, de hecho, reconoce la zona palestina de Cisjordania y Gaza como un Estado (lleva por título “Comprehensive agreement between the holy see and the state of Palestine”). El acuerdo entró en vigor en el 2016 y por si cupieran dudas el Boletín diario de la Santa Sede explicó que el acuerdo “incluye un reconocimiento oficial de Palestina como Estado, de parte de la Santa Sede”. Israel reaccionó con una comunicado casi amenazante en el que decía que “estudiará el acuerdo en detalle y sus consecuencias sobre la futura cooperación con el Vaticano”. 

Crisitianos, en riesgo

Las convulsiones históricas han provocado que, en el último siglo (1910-2010) , los cristianos en Oriente Medio hayan pasado de ser el 14% de la población al 4%. En la zona palestina (Gaza, Jerusalén este y Cisjordania) viven 50.000 cristianos y 200.000 en Israel. Paradójicamente, la compleja y complicada situación política, las persecuciones pasadas y presentes podrían acabar con los cristianos en la tierra donde nació su fundador.