Crisis de Gobierno en París

Valls El nuevo hombre fuerte de Francia

ELIANNE ROS
PARÍS

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El catalán Manuel Valls, nacido en Barcelona hace 51 años, se ha convertido en el hombre fuerte del Gobierno francés. El presidente François Hollande ha optado por el hasta ahora ministro del Interior para ocupar el palacio de Matignon tras la dimisión del primer ministro, Jean-Marc Ayrault, a causa de la debacle sufrida el domingo por los socialistas en las elecciones municipales, en las que perdieron 155 ciudades de más 9.000 habitantes a manos de la coalición de centroderecha.

Nombrado para dar un nuevo impulso al Gobierno y salvar la segunda mitad del mandato, Valls es la personalidad política favorita de los franceses. Su insolente popularidad goza de un respaldo inversamente proporcional al del jefe del Estado, que ha batido todos los récords de desafección de la quinta República por debajo del 20% de adhesiones.

Naturalizado francés a los 18 años, Valls encarna un socialismo desacomplejado y pragmático en sintonía con el giro liberal emprendido por Hollande con la reducción del gasto público y de las cargas sociales a las empresas para impulsar la creación de empleo.

GRAN COMUNICADOR / A su pesar, Hollande se ha visto obligado a prescindir de su fiel amigo Ayrault, a quien más del 70% de los ciudadanos deseaban ver fuera del Gobierno. Carismático, enérgico y con unas incontestables dotes mediáticas, el temperamento latino de Valls se sitúa en las antípodas del soso y frío estilo germánico de su antecesor.

Hijo del pintor Xavier Valls -fallecido en el 2006-, que se exilió a París en los años 60, el nuevo primer ministro se educó en la escuela laica francesa. A los 17 años, este licenciado en comunicación se afilió al Partido Socialista (PS).

Afín a la línea socialdemócrata de Michel Rocard, entre 1997 y el 2002 participó en el Gobierno de Lionel Jospin como jefe de comunicación. La humillante derrota de Jospin en las presidenciales frente a la ultraderecha de Jean-Marie Le Pen le marcó profundamente.

EL SARKOZY DE LA IZQUIERDA / Durante su etapa de alcalde de Évry, ciudad multiétnica de la periferia de París, cargo que ejerció entre el 2001 y el 2008, puso en práctica unas ideas no siempre acordes con la ortodoxia socialista francesa, especialmente en materia de seguridad y de laicidad. En algunos aspectos, como su feroz oposición al velo integral, no dudó en alinearse con el centroderecha.

Su política y su estilo pugnaz despiertan muchos recelos en el partido, especialmente en el sector más social. Aún mayor es la animadversión que genera en los socios ecologistas del Gobierno, que ayer anunciaron su marcha del Ejecutivo por su incompatibilidad con el hombre al que sus detractores tachan de «Sarkozy de la izquierda». «Si significa lo que representaba Sarkozy en el 2007, innovador, dinámico… lo tomo como un cumplido», ironizó Valls en una entrevista concedida a este diario, en la que confirmó que el expresidente conservador le ofreció un ministerio. Rechazó la oferta.

Tras ejercer de portavoz de Ségolene Royal en el 2007, Valls apostó por Dominique Strauss-Kahn en las primarias para las presidenciales del 2012. Autoeliminado este último de la carrera por la agresión sexual en Nueva York, Valls presentó su propia candidatura. Solo obtuvo el 6% de los votos, pero se hizo un nombre que le permitió sumarse al equipo de Hollande. Aquí empezó su fulgurante ascenso, siguiendo los pasos de Sarkozy como ministro clave del Ejecutivo al frente de Interior. Pero al margen de la pasión por el poder y de formar una familia recompuesta con la violinista Anne Gravoin, la comparación no va más allá.

AUTORIDAD / Padre de cuatro hijos de su anterior matrimonio, Valls cultiva la relación con Barcelona, donde reside su hermana Giovanna. Aunque su lengua materna es el italiano -su progenitora Luisangela Galfetti nació en la Suiza italiana- habla catalán con fluidez y su tío, Manuel Valls Gorina, es el autor del himno del Barça. Pero su ambición está volcada en Francia. Este hombre al que le sobra toda la autoridad que le falta a Hollande, nunca ocultó su objetivo. «Creo que encarno la capacidad de renovar a la izquierda, por eso quiero ser presidente», afirmó en el 2010.

Hollande no puede tener más cerca a su rival para las presidenciales del 2017. Quizá el puesto de primer ministro, utilizado tradicionalmente como fusible por el jefe del Estado, sea un regalo envenenado.