A LAS 1.40 DE LA MADRUGADA

Así comenzó la operación de rescate

La cápsula realizó un primer viaje para bajar a Manuel Goznález, que supervisa la subida de los mineros

ABEL GILBERT / Copiapó

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Eran las 18.40 del martes (hora chilena, 1.40 hora española) cuando el altavoz avisó a los familiares que debían reunirse en el comedor. La llamada fue interpretado como el comienzo de las operaciones. Madres, esposas, hijos, sobrinos y nietos fueron llegando hacia la carpa que se levantó en el campamento servir los almuerzos y las cenas. Hubo arengas y recuerdos de los días de dolor e incertidumbre. Minutos más tarde, la cápsula Fénix 2 fue instalada. El personal especializado revisó los equipos y los sistemas de seguridad. “Aun tenemos un par de horas de trabajo antes de poder comenzar”, previno el ministro de Minería, Laurence Golborne.

Delante de la plataforma, a unos 50 metros, se levantó una carpa, con unas mesitas, como si fuera una terraza. Allí sentados, acompañados por la esposa de Piñera, Cecilia Morel, los familiares más cercanos de los primeros cuatro mineros que abandonaron el socavón, aguardaron el minuto del reencuentro.

El frío rajaba la noche del desierto. Las mismas personas que, horas atrás, le huían a un sol impiadoso, buscaban calor en las fogatas o caminaban en círculos, con las manos en los bolsillos, soltando un aliento gélido, mirando de reojo a las pantallas de televisión montadas en el campamento. Un grupo soltó globos con los colores de la bandera nacional. En algunas carpas, las cámaras se arremolinaban a la pesca del testimonio más emotivo. La de los Ávalos se convirtió en la gran celebridad nocturna. “Han sido solo dos meses, pero duraron una eternidad”, dijo Alfonso, el padre de Florencio y Renán, el otro minero atrapado.

Misas bajo las estrellas

“Espera”·, “eternidad”, las palabras estaban en boca del campamento, y también “milagro” y “fe”. La operaciónSan Lorenzo se tiñó de los colores de la devoción y, por momentos, el misticismo. Hasta Piñera se permitió el uso de la parábola. "Siento que la fe ha movido montañas”, dijo. “Nosotros hicimos todo lo humanamente posible, pero también reconocimos que la vida de los mineros estaba en las manos de Dios”, agregó. Pero el jefe de Estado llegó hasta la mina por razones emotivas y políticas: afirmar el liderazgo y tratar de capitalizar los efectos de una historia de repercusiones planetarias. “Me voy a quedar todo el tiempo que sea necesario”, avisó. “Me sentiría seguro y tranquilo si ustedes estuvieran a cargo de mi rescate”, bromeó Piñera, dirigiéndose a los rescatistas.

La luna apenas desplegaba un halo de luz sobre la geografía inerte. Pero los reflectores de los estudios móviles de la televisión global le daban a algunas zonas del campamento un aire matinal, un lustre que resaltaba los contornos de las piedras.

“La madrugada aún estaba oscura/y yo buscaba el rostro del Señor”. El pastor Carlos Parra, de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, dirigía la ceremonia bajo las estrellas, en el centro del terreno ocupado por la carpa de de Elizabeth Segovia Rojo. Ella tuvo a su hijo a los 13 años y lo perdió cuando había cumplido los 35. Cuando su hermano quedó bajo tierra no lo dudó un instante y se vino a la mina. “No quería que mi madre sufriera como yo”.

"Ya. Manolo"

Entonces el rescatista Manuel González puso un pie en la plataforma. “Tráigame a los mineros”, le ordenó el presidente, vestido con chaqueta roja y casco blanco. González entró a la Fénix 2. “En nombre del Señor, compadre”, le dijo uno de sus compañeros. “Ya, Manolo”, dijo otro. A las 23.19, la cápsula inició su descenso, seguido de aplausos de los habitantes del campamento.

Pero nada pudo compararse a ese minuto estremecedor, el de las 00.10 del miércoles 13 de octubre. La sirena tronó. Ávalos estaba subiendo. Un suspenso eterno en el campamento. Ávalos había subido. Abrazos y gritos. Los familiares se buscaron para fundirse en abrazos interminables. Sí, claro, lloraron, se persignaron, agradecieron el milagro y se juraron cumplir las promesas hechas.

Copiapó fue la ciudad más sobresaltada por los acontecimientos. El alcalde Maglio Cicardini anunció que los mineros serían nombrados Hijos Ilustres. La plaza principal se abarrotó de gente que siguió el rescate desde una pantalla. Las esquinas aledañas al hospital donde serían alojados los mineros se prepararon para recibirlos con guirnaldas. Había 33 razones para celebrar. Pero otros mineros, unos 70, caminaron por el centro de Copiapó para recordar que la empresa San Esteban, intervenida tras el derrumbe, no ha pagado lo que corresponde a los trabajadores que se desvincularon de la compañía.