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Blesa, camino a Ítaca

Aznar y Blesa, en el 2006.

Aznar y Blesa, en el 2006. / Juan M. Espinosa (EFE)

Mario Martín

Todo eran risas y sonrisas. Caja Madrid había tenido el mejor ejercicio contable de su historia gracias a la plusvalía generada con la venta de su participación en el capital de Endesa (9,30%) y acumulaba más de 4.000 millones de euros colocados en el mercado interbancario, prestando liquidez a sus competidores, mientras se gestionaba la decisión de que posiciones tomar a futuro.

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Miguel Blesa convocó a todos los directivos de la organización que presidía, en un evento montado con gran despliegue de medios, y se dirigió a las 2.000 personas que abarrotaban las butacas de la gran sala de conferencias del Madrid Marriot Auditorium Hotel, desde una coreografía cuidadosamente montada sobre los 200 metros cuadrados de su escenario.

Todo ello para presentar el nuevo plan estratégico de la casa para el periodo 2007-2010. Yo asistí al evento. Se fueron sucediendo los momentos previstos en la agenda, hasta que, en la última fase de su intervención, empezó a referirse al conocido poema de Kavafis, 'Camino a Ítaca', comentando, de forma profusa, cada una de sus metáforas, para terminar dirigiéndose a todos los presentes, diciendo "¡Acompañadme a Ítaca!".

Aún recuerdo que, tras el acto, compartí con compañeros y amigos que no me había parecido el mensaje del presidente de una entidad bancaria; me sorprendió el tono y donde se ponía el foco, o quizá, justamente, la falta de foco. Hoy, 10 años después de aquello, el paso del tiempo y la realidad de lo sucedido, ponen un marco adecuado a aquel momento, principio del fin de lo que devino.

Uno de los colegas que me acompañaban en esas butacas, años antes, entre 1996 y 1998, había sido la primera persona que me habló de Miguel Blesa, hasta entonces totalmente desconocido para mí, a pesar de los más de 20 años que yo llevaba trabajando en Caja Madrid. Su referencia para hablarme de él fue: "Miguel Blesa es el hombre del PP en 'La Caja'", a lo que yo, ingenuamente dije, "No será para ser presidente...", pero, como otras veces, me equivoqué.

Efectivamente lo fue, y pasó del absoluto anonimato a presidir la segunda caja de ahorros española, por volúmenes, y la primera por solvencia. Hasta entonces su currículum se circunscribía a ser abogado, haber sido un técnico en la Administración tributaria española y a haber tenido un bufete dedicado a la asesoría fiscal, época en la que se recorría Madrid a bordo de una moto para atender a sus clientes. Otros muchos, cientos, o quizá miles, podrían tener un perfil similar, pero solo él mantenía una amistad con José María Aznar, presidente del Gobierno desde 1996, lo cual le aupó definitivamente a presidir Caja Madrid. El amiguismo, de nuevo, se abría paso en los difusos terrenos entre política y gran empresa. Quizá nunca nadie tuvo tanto poder con menos merecimiento, formando parte de lo que ha sido la peor élite en la historia de nuestra España.

Miguel Blesa nos anunció su embarque camino de Ítaca allá por el 2007, cuando sus intereses prioritarios no estaban en el día a día de una entidad financiera. Inició su viaje: el drama es que, con él, envió al desastre a miles de personas que no pudieron hacer nada para amortiguar las consecuencias de sus errores.

Itaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte, igual que quienes te rodearon cuando disponías de prebendas para ellos, pero ya solo queda silencio y la nada.

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