Arena en la boca, cansancio en el cuerpo

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Los 89 kilómetros de hoy han sido los más terribles, terroríficos e inhumanos de las seis ediciones de la Titan Desert

Roberto Heras, ganador de la primera etapa de la Titan Desert 2011.

Roberto Heras, ganador de la primera etapa de la Titan Desert 2011. / periodico

SERGI LÓPEZ-EGEA / Enviado Especial a la Titan Desert

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Titan Desert. Tengo la boca llena de arena. Y esto no ha hecho más que empezar. Cuentan los titanes veteranos, aquellos que llevan ya unos cuantos años viniendo a Marruecos, que jamás, repito jamás, habían sufrido tanto, repito tanto. Todos coinciden al afirmar que los 89 kilómetros de hoy han sido los más terribles, terroríficos e inhumanos de las seis ediciones de la Titan Desert.

Solo hace falta hacer la descripción del día. Imaginaos que esta mañana os dicen que tenéis que levantaros a las 6, desayunar (los novatos han acudido hasta con el casco puesto en la cabeza) y a las ocho partir para encontraros de entrada un paso por las dunas. Lo de paso es un decir porque lo que había que hacer, a veces a pie y otras corriendo, era subir y bajar por las dunas arrastrando la bici. Solo ha sido el aperitivo porque luego esperaban 56 kilómetros, todos en ligera cuesta, siempre con el viento de cara y por un terreno arenoso donde se hundían las ruedas de las bicis y donde era casi imposible superar los 15 kilómetros por hora. ¡Terrible! A mí, como a muchos, nos han entrado unas ganas enormes de echar pie a suelo y abandonar.

Me he acordado entonces de lo que siempre decía Miguel Induráin. En Banesto acostumbraban a ofrecerle la renovación poco antes de comenzar el Tour. Él siempre rechazaba la firma de un nuevo contrato. ¿Por qué? Pues porque él calculaba que si firmaba antes de la ronda francesa se comprometía a correr no una, sino dos grandes boucles, porque debía afrontar primero la del año en curso y después la siguiente. Eso era demasiado para el cuerpo. ¿A qué viene ahora este comentario? Pues porque si entonces cuando sufría con la condenada arena me preguntan si vuelvo en el 2012 a la Titan seguro que mi respuesta es negativa.

El viento levantaba la arena y se metía en la boca. Que asco. Y encima mis queridos pajarillos del desierto, los que me alegran el pedaleo, estaban en silencio. Es más bella la Titan cuando escuchas su canto y hasta parece que te hablan. Con tanto aire habían desistido de volar. Que le vamos a hacer. Dolía todo el cuerpo y por el camino te encontrabas a participantes parados y chillando por los calambres, algún inconsciente que no había cargado agua en los avituallamientos y rostros que parecían decir que hace un tipo como yo en un lugar como este.

Pero una vez más conseguí clasificarme y llevarme la gran alegría de ver a mi compañero de equipo y jefe de filas, Óscar Pereiro, en la séptima plaza de la general, allí con los buenos, como es él, a más de 20 kilómetros por hora (fijaos los buenos apenas superan los 20 kilómetros por hora, reflejo de la dureza de la jornada).

Ahora duele todo el cuerpo. Y si sacas la cabeza por la jaima de prensa ves a los participantes tumbados con botellas de agua semivacías. Por si fuera poco hace un par de horas se ha echado a llover en el desierto. Algunas jaimas han quedado empapadas. ¿Llueve en el desierto? Pues sí, acercaros por la Titan y lo contemplaréis. Ahora la prueba se ha quedado muy triste porque aquí en Marruecos también nos hemos enterado de la terrible caída sufrida por el ciclista belga Wouter Weylandt en el Giro. El ciclismo es un deporte encantador y muchas veces trágico y casi siempre excesivamente azotado. Y así será mientras no se pongan de acuerdo quienes dirigen este deporte, aunque lloren las caídas de quienes deberían defender un poco más.