El análisis azulgrana

Villa... y de penalti

El delantero asturiano marca el gol 400 en la Champions y se une a la exclusiva lista que va desde Segarra hasta Etoo «Nos costó mucho definir y superar sus dos líneas defensivas», dijo

JOAN DOMÈNECH
KAZÁN / ENVIADO ESPECIAL

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Aún andaba Andrés Iniesta revolcándose por el nuevo césped de Kazán, tras ser sometido a un penalti, cuando Villa se adueñó del balón. No tardó ni un segundo en quedarse con la pelota para lanzar la pena máxima. Aprovechando, por supuesto, que no estaba Messi en el campo. Curiosamente, la estrella argentina estaba ya preparada en la banda para suplir a Mascherano cuando Iniesta se coló en el área y forzó el penalti.

Villa, el segundo especialista del equipo, detrás de Messi, colocó la pelota con tranquilidad, a pesar de que el partido se había envenenado para el Barça. El asturiano, que solo había marcado un gol en los tres últimos encuentros, necesitaba recuperar esa sensación para serenarse. Sobre todo después de lo que vivió el sábado en San Mamés cuando completó un buen partido, pero se quedó a cero. Estrelló un balón en la madera, se peleó con Gurpegi y acabó expulsado de forma tan absurda como innecesaria. Ayer, en Kazán, Villa no perdió ni un segundo en querer reinvidicarse. Aunque fuera de penalti. Todos los goles valen igual y más el de ayer después de un irregular partido ante el Rubin.

Tiro con suspense

Aliviado estaba Villa porque supo el martes que solo tendrá un partido de sanción, el que le impuso el Comité de Competición por la tarjeta roja que vio en Bilbao. O sea, lo cumplirá el domingo ante el Mallorca en el Camp Nou, pero le permitirá jugar frente al Valencia el 17 de octubre, también en casa. Estaba aliviado, pero no pudo evitar una sensación de suspense cuando disparó el penalti con la pierna derecha. Iba ajustado el tiro, pero Ryzhikov, el portero ruso con dorsal de fútbol americano (lucía el 77 en su espalda), le adivinó todo. La mirada y la intención. Llegó a tocar la pelota antes de que traspasara la línea de gol, igual que Valdés en el otro área, provocando angustia y temor durante milésimas de segundo. El balón se asomó lentamente a la red. Villa resopló.

«Nos costó mucho definir y superar las dos líneas defensivas del Rubin», dijo después el Guaje. Eran dos superpobladas líneas. Una en el centro del campo de cuatro futbolistas y otra, más cerca de la casa de Ryzhikov, integrada por hasta seis jugadores. «Estaban muy metidos en su área. De haber marcado un gol antes del penalti, todo habría sido diferente. Queríamos ganar, pero llevamos cuatro puntos. No está nada mal», dijo el delantero, feliz porque ese gol, aunque sea de penalti, le dio un punto al Barça y le emparenta con los grandes goleadores de la historia.

Primero fue Segarra en Sofía (1959), luego Stoichkov en Viena (1993), después Kluivert en el Camp Nou (2000) y luego Etoo en Londres (2006). Hasta que llegó Villa a Kazán y disparó el penalti que le abre la puerta de una selecta lista. Con suspense, pero entró.