BARCELONEANDO

El primer 'vernissage'

La Sala Parés, decana de las galerías del país, celebra 140 años con una muestra histórica que recorre toda su trayectoria

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Natàlia Farré

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Una inauguración sin 'vernissage' es menos inauguración. Pero hubo un tiempo, poco, en que la apertura de una exposición no implicaba cava y canapés. Por estos lares, se colgaban los cuadros, se franqueaba la entrada y punto. Otra cosa era en París o en Londres. Ahí desde el siglo XVIII que los prohombres se colaban en las exposiciones días antes de la apertura, sobre todo en los salones oficiales. Lo hacían mientras los pintores acababan, in situ, el barnizado (en francés, 'vernissage') de sus obras. De ahí el nombre. Aunque aquí la austeridad inaugurativa duró poco. Trece años. Los que van desde la primera muestra, en 1877, en la Sala Parés, la galería decana del país, hasta 1890. En esta última fecha, Joan Baptista Parés decidió exponer conjuntamente a Santiago Rusiñol, Ramon Casas y Enric Clarasó. Fue la entrada en Catalunya de la modernidad pictórica aprendida en la bohemia parisina. Y del 'vernissage'.

La modernidad entró a través de sus paredes de la mano de Rusiñol, Casas y Clarasó

Para la ocasión, la galería decidió ponerse de gala: tapizó de nuevo, y de rojo, las paredes; y llenó la sala, además de con cuadros, con alfombras, otomanas y plantas. También abrió con invitación. Si no la tenías, no entrabas. Exclusividad, suntuosidad y espectacularidad a partes iguales. Fue el primer 'vernissage'. Y el comienzo de la época de más esplendor de la galería. Los tres artistas se convirtieron en marca de la casa y en la tríada más rentable del negocio.

Por entonces ya se había construido la Sala Gran, a imagen y semejanza de la Sala Petita pero a mayor escala. Un salón cuadrado sustentado por cuatro columnas de hierro y coronado por una claraboya que permitía la luz cenital. Moderno y vigente. La sala mantiene, con alguna modificación para ganar espacio, la arquitectura de antaño. Aunque ahora las piezas lucen sin el abigarramiento de principios del XX, cuando el 'horror vacui' mandaba en temas de diseño. 

Nonell escandalizó 
la burguesía con sus gitanas y Picasso no vendió ni un solo cuadro

En la época y ahora ocuparon las paredes 'Pelando la pava', 'Júlia en grisos' y 'Suggestió'. Tres piezas de Rusiñol, Casas y Clarasó, respectivamente, y tres piezas que celebran, junto con otra cincuentena, los 140 años de la galería. Es una exposición de memoria. De memoria de la sala. Por eso todos los artistas expuestos han sido creadores con contrato con la galería y todas las piezas que se muestran se vendieron en su momento (y se vuelven a vender ahora) en la Parés. Y por esto no está Pablo Picasso. Solo hizo una exposición en la calle de Petritxol. Fue la primera en una sala comercial y fue en 1901. Pero también fue un fracaso: no vendió nada.

No le fue mucho mejor a Francesc Gimeno. O a Isidre Nonell y sus gitanas. El primero tuvo que esperar a morir para vender; y la pintura del segundo provocó más escándalo que ventas. Gimeno y Nonell sí están en la muestra.  Eran artistas con contrato. Como lo eran y están Ramon Martí Alsina, Modest Urgell, Joaquim Mir, Hermen Anglada Camarasa, Josep de Togores y Josep Cusachs. El de la pintura de casaca y peluca fue primero en protagonizar una monográfica de éxito en la Parés: 'La vida militar en España'. Corría 1889 y gustó tanto que le llovieron encargos de retratos al estilo castrense por parte de la burguesía.

Cortejo fúnebre

Ciento cuarenta años dan para muchas anécdotas. Tristes, como la de Rusiñol. En 1931, camino de Aranjuez, paró el coche delante de la galería para cargar telas en blanco. Cuando volvió a pasar por la sala lo hizo poco después con su cortejo fúnebre. Más graciosa es la de De Togores. Pintó al actual propietario, Joan Anton Maragall, cuando tenía 2 años. Se portó tan bien que el artista entregó a su madre un desnudo femenino, muy explícito, para que se lo regalara cuando tuviera edad de verlo. La mujer lo escondió tan bien que Maragall no lo encontró hasta que una vez muerta su madre desmontó la casa.

La exposición recorre la trayectoria de la sala con sus altibajos, hasta 1988, momento en que empieza la etapa actual. Y a juzgar por el número de visitantes, gusta. No en vano, como dijo Folch i Torres: "El Saló Parés es algo muy ligado a la historia espiritual de Barcelona".