Tensión vecinal

Miedo en el barrio

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Beatriz Pérez

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"Me voy a ir del barrio. Sinceramente, tengo miedo". Marc (nombre ficticio) es uno de los vecinos de la calle de la Riereta que sale puntual para participar en la cacerolada contra los traficantes de droga que tienen 'okupados' tres bajos en esta vía del Raval desde hace unos dos años. El vecindario se cita cada noche a las 22 horas para protestar contra la inseguridad e insalubridad de la calle, sobre todo las del tramo comprendido entre la Aurora y Vistalegre, que es en el que se concentran los 'okupas'.

Quienes bajan a la calle se reúnen frente al Ágora Juan Andrés Benítez (en honor al empresario del Gayexample Juan Andrés Benítez, que murió a consecuencia de una inmovilización de los Mossos en el 2013), pero otras muchas personas salen a los balcones para hacer ruido y clamar por lo que están pasando.

LOS AMOS DE LA CALLE

"[Los traficantes] se están haciendo los amos de la calle. Amenazan a los vecinos, se pelean entre ellos con machetes, tiran jeringuillas al suelo... Y se amparan en que no los pueden echar porque los Mossos necesitan una orden judicial para entrar", prosigue Marc, quien relata que a un vecino le dibujaron el símbolo de los Latin Kings en su puerta. 

Los vecinos quieren hablar, agradecen que la prensa haya venido, pero la gran mayoría da un nombre falso. Dicen tener "miedo". Como Cèlia, que vive en uno de los inmuebles 'okupados' de la Riereta. "A mí y a otra vecina nos llamaron putas, chivatas y lesbianas un día que vino la policía porque pensaban que la habíamos llamado nosotras", relata esta mujer que, además, cuenta que a las 2 de la tarde los 'okupas' ya ponen la música a todo trapo.

"A veces los traficantes salen desafiantes y participan en la cacerolada --prosigue Cèlia--. Y aquí no hay ni Mossos ni Urbana". A las 22.30 horas, cuando acaba la cacerolada en la Riereta, empieza otra en la calle de En Roig y muchos vecinos peregrinan de una a la otra en señal de apoyo. Porque En Roig pasa por lo mismo: en esta vía hay tres pisos del número 22 'okupados' por traficantes de droga. Así desde hace cinco años.

"NORMALIZAR LA VIOLENCIA"

En esa calle hay diferentes negocios y algunos denuncian que el conflicto les está haciendo perder clientes. Ernest es uno de los comerciantes de la vía. "Todo se ha degradado mucho en los últimos tres meses, se ha intensificado la venta de heroína. La violencia del narco es algo cotidiano aquí", explica.

Para él, el problema de fondo es que la gente acaba por "normalizar" la violencia. "Yo mismo he visto apuñalar a una persona y seguí trabajando. Era la quinta persona a la que veía apuñalar en los últimos meses. Nos acostumbramos a vivir de un modo que nos destruye", reflexiona.

"Estamos hartos de los 'yonkis'. Se chulean, se pelean, tiran jeringuillas a la calle. A mí me amenazaron con clavarme una", cuenta Emi, vecina también de En Roig. "La gente se marcha. Hoy en día nadie quiere entrar en esta calle", continúa Emi mientras golpea con furia sus cacharros en plena cacerolada. Frente a ella, dos vecinos sujetan un cartel que reza: 'Traficants, foteu el camp'. 

TURISTAS PERPLEJOS

Por debajo de la pancarta, sin saber de qué va la cosa, pasa un grupo de jóvenes turistas que se queda un rato mirando y que saca alguna foto con sus iPhone. Esta será, probablemente, una de las muchas estampas, un recuerdo más, que se llevarán a su país de Barcelona. 

Esta es otra de las paradojas del Raval actual, donde las clases sociales más humildes, las que solo pueden pagar los alquileres que les ofrecen en estas zonas (por lo general, descuidadas y olvidadas), con familias que se ven obligadas a convivir con situaciones como las que castigan esas calles, también han de soportar la afluencia masiva de turistas y ver cómo poco a poco les expulsan de un barrio en el que solo piden vivir dignamente.

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