Bodas de cinco minutos

Parece la película 'Cuatro bodas y un funeral' concentrada en una habitación. Es la variopinta sala de espera del Registro Civil. Celebra 50 bodas exprés por semana

Bodas en el registro civil

Bodas en el registro civil / periodico

ANA SÁNCHEZ

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Jurarías que te has colado en la boda de la hija de ‘Los Soprano’. Hay un detector de metales en la entrada por el que van pasando hombres encorbatados, mujeres con tocado, hasta el ramo de la novia. Nadie pita. Así que parece que es imposible también aquí casarse con nervios de acero.

Es viernes, 11.30 de la mañana. 15 parejas aguardan turno para decir “sí, quiero” como quien espera para renovarse el DNI: paciencia resignada y nervios por si te piden un papel inesperado. ¿Primera impresión? Que alguien se ha confundido de sitio. Hay novios con pajarita, con traje y corbata, con camisa de cuadros, en zapatillas. Hay novias de blanco, de negro, estampadas, en vaqueros. Muchas vienen con ramo, aunque alguna se ha casado hasta con un brócoli. Parece la película ‘Cuatro bodas y un funeral’ concentrada en una misma habitación.

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Es la sala de espera del Registro Civil número 1 de Barcelona. Aquí se tramitan matrimonios a velocidad de fórmula 1. Cinco minutos por boda. Entras, “hola”, “hola”, te sientas y el letrado lee tres artículos del Código Civil. “Los cónyuges deben respetarse”, “están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad”, “deberán compartir las responsabilidades domésticas” (sí, es obligación conyugal desde el 2005). Y ya. “Fulanita, ¿quieres contraer matrimonio?”. “Sí”. “Fulanito, ¿quieres contraer matrimonio?”. “Sí”. “Os declaro casados, enhorabuena”.

LISTA DE ESPERA DE 5 MESES

Hay bodas exprés los lunes, jueves y viernes. Unas 50 por semana. La lista de espera para casarse es de 5 meses. “No creo que lo hagan por laicismo, sino por practicidad”, opina el letrado Francisco Javier Ibáñez, que es quien casa hoy. “La gente suele ser clásica”, dice, aunque acto seguido recuerda bodas que parecen sacadas de un ‘gag’ de los Monty Python: con trajes de superhéroe y máscaras de Los Roper.

Una curiosidad legal: aún se publican edictos. Si uno de los novios ha estado empadronado los dos últimos años en un municipio de menos de 25.000 habitantes –explica el letrado-, se publica un edicto anunciando la boda durante 15 días. Por si los vecinos desvelan algún “impedimento”.

Hoy hay 15 bodas. Tres fotógrafos revolotean a la caza de clientes. “Antes había 10”, dice Luis con la cámara al cuello. “Antes de los móviles”. Buena parte de los invitados de hoy son ingleses. Ha venido un autobús de Londres. 35 testigos en total cuando no suelen pasar de 5. La novia pone los ojos en blanco cuando se entera de que encima ha venido el periódico. ¡¿Qué?! Ella se quería casar de incógnito, repite como un mantra. Estas microbodas -da fe- también se van de las manos. “Al final terminaré llorando”.

“El lugar podría ser más bonito”, dice José. “Pero ya celebramos la boda”. José y Lía se casan con 6 meses de retraso. “Se lo pedí en febrero y la fiesta la hicimos en mayo”, recuerda él. “Pero nos fueron faltando papeles –añade Lía-. Fallo nuestro”. ¿Nerviosos? “Un poco”, responde la hija de ella, de 10 años. ¿Aquí la novia también adelgaza antes de la boda? “Ojalá”, se ríe Lía.

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Un niño juega con unos novios formato click de Playmobil. Es Victor, el hijo de María Rosa Jorge. “Elegimos casarnos por lo civil al ser lo más reducido posible y lo menos farandulero”, se justifican. “Tampoco queríamos que nos casaran curas ni políticos”. El estribillo de los novios que vienen vestidos como cualquier otro día: “Es un trámite”. Elisabeth y Rubén también tienen hijos. Dos, y ni siquiera los han traído. “Son cinco minutos lo que estás dentro”. Un bodorrio, añaden, sale caro. “A una amiga le ha costado 30.000 euros”, cuentan. “Es la entrada de un piso”.

Cecilia es la única novia que va vestida de blanco. “Quería hacerlo tradicional”. Es de Bolivia. Allí se casaron ella y David por la iglesia. Aquí lo harán por lo civil. Ni siquiera repite vestido de novia. “Tengo pensado casarme solo una vez”.

La sala se vacía en hora y media. Queda un rastro de palomas que picotean arroz en la puerta y unos metros más allá, camino de la basílica de la Mercè. “La mayoría de los que se casan allí vienen a hacerse fotos aquí”, dice indignada Esperanza, la voluntaria que está en la entrada. “Si te casas fuera de Dios –razona-, que la foto sea fuera de la casa de Dios”. ¿Pero qué novios renuncian a un álbum de boda como Dios manda?