En busca de piso por el boca a oreja

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PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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El aspirante a arrendatario que lleva semanas buscando piso en Barcelona entre anuncios de particulares y agencias que aparecen en los grandes portales inmobiliarios está descubriendo que con su presupuesto cada vez puede acceder a una oferta más limitada. Se echa las manos a la cabeza al ver que, por ejemplo, por menos de 800 euros apenas puede acceder aparentemente a entre un 7 y un 12% de la oferta (según los buscadores) actual de la ciudad. Si sube el listón a los 1.000 euros, llegará a entorno un 20% de las opciones. Unas cifras irreconciliables con los salarios locales, especialmente para los jóvenes. 

En la práctica, en Barcelona también se cierran contratos muy por debajo. Pero cada vez más discurren por otros circuitos y copan parte de la escasa oferta, frente a una creciente demanda. El boca a oreja, entre conocidos del arrendador; o el relevo que da un inquilino saliente a uno entrante que recomienda; o la agencia de administración de fincas que "tan pronto se libera un piso lo otorga a alguien en lista de espera". Así explica el presidente del Colegio Oficial de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (API) en Barcelona, Joan Ollé, la diferencia que existe entre los precios medios de los contratos cerrados (hasta junio) en Barcelona, recogidos oficialmente por el Institut Català del Sol (INCASOL), que gestiona las fianzas, y los que el consumidor se encuentra a la hora de la verdad en los portales inmobiliarios.

RESIDENTES TEMPORALES

Estos últimos integran también viviendas de alquiler cada vez más lujosas y pensadas para el residente (no turista) temporal, que viene unos meses por trabajo o estudios superiores, lo que eleva el listón de precios medios. Así, en el portal con más oferta de alquileres, idealista.com, el precio del metro cuadrado en Ciutat Vella en octubre se fija en 19 euros, mientras que en los datos de contratos (reales) de la Generalitat es de 13,4 euros. En este portal, por menos de 1.000 euros en el Eixample apenas se hallan un centenar de pisos entre el total de más de 1.400 ofertados actualmente en la zona.

Por el contrario, el INCASOL incluye entre sus contratos las renovaciones a un mismo inquilino, que a veces tienen precios más módicos que las ofertas de pisos recién incorporados al mercado. Estos matices hacen difícil la radiografía exacta del sector, pero lo incuestionable es que la capital catalana vive una escalada de precios única. "Está de moda", enfatiza Ollé, y a la población local que no quiere comprar piso y prefiere alquilar se suma la de paso (turistas que han copado pisos por días) y la que viene por motivos laborales. 

AUGE SIN TREGUA

Todas las fuentes coincidien en que la subida es continua desde hace más de un año. Por encima del 7% en el segundo trimestre, respecto a un año antes, según los datos del Incasol. Y a un trepidante ritmo de crecimiento del 7,7% en solo un trimestre, según los más recientes datos de idealista.com

Los datos del Govern del segundo trimestre de este año fijan el precio medio de los más de 10.000 contratos realizados en ese periodo en 774 euros mensuales. En la zona alta se produjo la máxima subida, del 11,4%, seguida por el Eixample, y en Sant Andreu la más baja. Sarrià-Sant Gervasi ya dobla los precios de Nou Barris y de Horta-Guinardó, un indicador de que, alejándose del centro pueden encontrarse opciones asequibles, aunque distintos agentes consultados coinciden en que la cantidad de pisos de alquiler es mucho menor fuera del Eixample (885 euros un alquiler medio hasta junio) y Ciutat Vella, cuya centralidad, eso sí, se paga de sobras.

No obstante, el panorama hace complicado el acceso de muchos barceloneses a una vivienda digna, lo que ha llevado al gobierno municipal de Ada Colau a plantear un plan de derecho a la vivienda 2016-2025 ambicioso, con una previsión presupuestaria de 1.662 millones, que contempla tanto ayudas directas como construir en ese periodo 8.854 pisos, de los que un 80% serían de alquiler.

Pasar de 200 a casi 1.000 pisos anuales de alquiler social se perfila como un salto ambicioso, aunque cabe recordar que en Barcelona se firman anualmente más de 40.000 contratos. En ese marco, se quiere proteger también el uso residencial, frente a otras actividades turísticas o especulativas.