CHEQUEO A LA MOVILIDAD EN DOS OBRAS DE CALADO

Proyectos sin realismo

Las reformas de Diagonal y paseo de Gràcia no tienen en cuenta los hábitos ciudadanos

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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No es tanto una crítica a los proyectos como una reflexión sobre el resultado práctico del mismo. Reformar vías de tanto calado, en las que hay que tener en cuenta factores tan heterogéneos, obliga a tomar decisiones que pueden beneficiar a unos y perjudicar a otros. El urbanismo no es una ciencia exacta, como tampoco lo son los hábitos ciudadanos. Pero las costumbres, y una reflexión sobre la evolución futura de las mismas, debería condicionar el dibujo final de toda mejora que quiera perdurar en el tiempo.

En la Diagonal y en el paseo de Gràcia coinciden la voluntad municipal de adecentar el espacio público, en este caso los laterales, sin tocar el centro de la calzada, destinado a ese tráfico motorizado que todavía impone su ley en la ciudad. La buena intención, sin embargo, choca con los usos de algunos de los usuarios habituales de estas vías. El ciclista que implora seguridad y el turista que contempla embelesado la arquitectura rechinan en estas dos actuaciones, de las más debatidas del mandato, que superan juntas los 20 millones de euros.

Los políticos están ahí para tomar decisiones. Y eso implica priorizar, dejar de lado unas cosas para emprender otras. A Xavier Trias se le echa en cara su mimo al turismo, ese 12% del PIB que bien requiere un cuidado. Es cierto que lo que ha pesado más en estas dos obras ha sido la comodidad de los peatones, y que en esta zona impera el forastero. Podría pensarse que los visitantes marcan la agenda municipal, pero en toda la ciudad los desplazamientos a pie suponen casi el 50%, muy por encima del transporte público (33,2%) y del vehículo privado (17,7%).