Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: una lata de mejillones
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran Monegal
Uno de los grandes éxitos que ha logrado Pablo Motos estos últimos días (‘El hormiguero’, A-3 TV) lo ha conseguido con una lata de mejillones. ¡Ah! Ha sido un largo momento televisivo que merece atención y estudio.
Ocurrió cuando de pronto hicieron entrar un hermoso coche nuevo, a estrenar, en el plató y Motos eligió a una criatura al azar de entre el público , y le dijo: «Si adivinas cuantos mejillones hay en esta lata de mejillones... ¡te llevas el coche!». ¡Ah! Cómo rugía la muchachada de la grada, todas y todos alegres e ilusionados levantando la mano porque también querían participar del conteo de mejillones. Nunca una humilde lata de bivalvos moluscos había generado una expectación tan inaudíta.
Motos procedió a abrir la chapa del envase. Tiró de la hebilla. La criatura elegida estimó que había 16 piezas dentro. Y entonces se procedió al ‘espectáculo’ televisivo. Motos, rodeado de cámaras para enfocar la lata desde todos los ángulos posibles, y armado con un tenedor, fue extrayendo mejillón a mejillón –untuosos porque eran en escabeche– y el público contaba, a coro, entusiásticamente, como si les fuera la vida: «Uno, dos, tres, cuatro...». Llegó la cosa hasta 15, porque no había más que 15. De modo que el pobre elegido de entre el público no se llevó el vehículo ni nada en absoluto. Pero eso sí, se fue contento porque aquella lata de mejillón le había proporcionado unos cuantos minutos de gloria televisiva. A Motos le ocurrió lo mismo. Reía, gozaba, celebraba haber rellenado casi 10 minutos de televisión contando mejillones de una lata seguramente comprada en el badulaque pakistaní de la esquina.
En 1977, en el programa ‘Esta noche fiesta’ de José María Íñigo (TVE-1) apareció Tony Leblanc, se sentó en una silla, y procedió a pelar una manzana y a comérsela. Sin palabras. Sin música. Solo el suave masticar de Tony zampándose una golden hermosísima. Aquello hoy suele ser recordado como un golpe de ingenio surrealista. Cuarenta y cinco años después, lo de Motos con la lata de mejillones, y el cochecito como promoción publicitaria de la marca del vehículo, no pasa de ser un gran negocio sobre fondo de parque infantil. Hay que tener entretenidos a los niños. A mí me parece que lo que había dentro de la lata no eran mejillones. Éramos nosotros mismos. En escabeche.
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