Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: El vecindario que da más risa es el político
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran Monegal
Sigue inexplicablemente Xavier Sardà repitiendo en ‘La gran confusión’ (TVE-1) los mismos temas que ya nos colocaba hace año y medio cuando hacía el ‘Obrim fil’ en TVE Catalunya. Esta semana planteaban ‘¿Somos buenos vecinos?’, mismo título y asunto que el que nos planteó el 18 de marzo de 2021 en el circuito catalán (‘Som bons veins?’).
Por repetir hasta ha repetido invitados –la exmodelo Judith Mascó, o el presidente de comunidad Xavi Pérez Esquerdo– y cabe preguntarse si TVE considera sensato –caso de que en la actual TVE alguien se mire lo que emiten– insistir para todo el territorio estatal lo que no funcionó en Catalunya. Al dato me remito: el sábado un triste 5,7% de cuota de pantalla, y bajando. Es verdad que ahora en ‘La gran confusión’ incrustan más cachondeíto, golpes de humor, algún ‘sketch’ de Pep Plaza, las espumosas performances ‘made in Torito’... Incluso contrataron puntualmente a Judit Martín (‘Polònia’ y ‘Està passant’) para que interpretase a una supuesta vecina de Carmen Lomana y conseguir así un contraste divertido. O sea, la selecta criatura del Madrid finolis frente al arte poligonero de rompe y rasga popular y ‘choni’. Pero no han acabado de conseguir lo que pretendían. En fin...
Yo creo que a Sardà lo que le gustaría es montar un programa de conflictos vecinales, pero entre políticos. Sentar, por ejemplo, a Irene Montero y Nadia Calviño, ‘face to face’, seria ilustrativo. Ambas son vecinas en el Consejo de Ministr@s. Deberían explicar cómo lo llevan. Sería entretenido. ¡Ah! El vecindario político da mucho de sí. A veces imitan la serie ‘Aquí no hay quien viva’.
El sábado, en el ‘TN migdía’ (TV-3) el periodista Antoni d’Armengol se situó en la calle de Còrcega, frente al edificio que fue sede de Convergència. Hoy este inmueble presenta un estado lamentable. D’Armengol, con ironía, nos decía: «Su estado de abandono podría ser una metáfora de la situación en que se encuentran sus antiguos votantes, que se han quedado huérfanos». Efectivamente, todo aquel bien engrasado –y bien pensionado– vecindario político de la convergencia pujolista que se cobijaba allí, hoy es pura desolación. Hubo criaturas, es verdad, que tras la ‘voladura’ optaron por cobijarse en Junts. ¡Ah! Pero Junts no es un edificio de vecinos. Es un cámping. En cada tienda de campaña vive una tribu distinta.
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